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((**Es8.727**) El guía desapareció y yo, habiéndome quedado sólo y guía de mí mismo, entré en el pórtico, subí las escaleras y me encontré en un departamento verdaderamente regio. Recorrí salas espaciosas, habitaciones riquísimamente decoradas y largos pasillos. Yo caminaba a una velocidad fuera de lo normal. Cada sala brillaba al conjuro de los sorprendentes tesoros en ella acumulados y con gran rapidez recorrí tantos departamentos que me hubiera sido imposible contarlos. Pero, lo más admirable fue lo siguiente. A pesar de que corría a la velocidad del viento, no movía los pies, sino que permaneciendo suspendido en el aire y con las piernas juntas, deslizábame sin cansancio sobre el pavimento sin tocarlo, como si se tratase de una superficie de cristal. Así, pasando de una sala a otra, vi finalmente al fondo de una galería una puerta. Entré y me encontré en un gran salón, magnífico sobre toda ponderación... Al fondo del mismo, sobre un sillón, vi majestuosamente sentado a un Obispo, como quien espera a dar audiencia. Me acerqué con respeto y quedé maravillado al reconocer en aquel prelado a un amigo íntimo. Era Monseñor... (y dijo el nombre), Obispo de... muerto hace dos años. Parecía no sufrir nada. Su aspecto era lozano, afectuoso y de una belleza que no se puede expresar. -íOh, Monseñor! >>Vos aquí?, le dije con alegría. ->>No me veis?, replicó el obispo. ->>Cómo os encontráis? >>Estáis vivo todavia? >>No habíais muerto? -Sí, he muerto. -Pues si moristeis, >>cómo estáis aquí sentado, tan lozano y con tan buena apariencia? Si estáis vivo todavía, decídmelo por favor pues de lo contrario nos veremos en un gran lío. ((**It8.855**)) En A... hay ya otro Obispo, Monseñor... >>cómo arreglaremos este asunto? -Estad tranquilo, no os preocupéis, que yo estoy muerto... -Más vale así, pues ya hay otro en vuestro lugar. -Lo sé. >>Y vos, don Bosco, estáis vivo o muerto? -Yo estoy vivo. >>No me veis aquí en cuerpo y alma? -Aquí no se puede venir con el cuerpo. -Pues yo lo estoy. -Eso os parece, pero no es así... Y al llegar a este punto de la conversación, comencé a hablar muy de prisa, haciendo pregunta tras pregunta, sin obtener contestación alguna. ->>Cómo es posible, decía, que estando yo vivo pueda estar aquí con Vos que estáis muerto? Y tenía miedo de que el prelado desapareciese; por eso comencé a decirle en tono suplicante: -Monseñor, por caridad, no os vayáis. íNecesito saber tantas cosas! El Obispo, al verme tan preocupado: -No os inquietéis de ese modo, dijo; estad tranquilo, no lo dudéis; no me iré; hablad. -Decidme, Monseñor, >>os habéis salvado? -Miradme, contestó; observad cuán fuerte, lozano y resplandeciente me encuentro. Su aspecto verdaderamente me daba cierta esperanza de que se hubiera salvado; pero no contentándome con eso, añadí: -Decidme si os habéis salvado: >>sí o no? -Sí, estoy en un lugar de salvación. (**Es8.727**))
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