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((**Es8.726**) le rodeaba, le mandaron a decir que su Madre y sus hermanos le buscaban para hablarle, El respondió: ->>Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? -íCómo!, dirá tal vez alguno; íqué forma de hablar es ésta! >>Es que ahora querrá renegar de sus parientes? Pero el Salvador continuo: Todos los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial son mi padre, mi madre y mis hermanos. Por eso yo os digo: los que desean pertenecer a la Pía Sociedad, aquí tienen a su padre y a sus hermanos. No obstante hago una excepción. Si los padres cayesen gravemente enfermos, el Superior dispondrá que el socio pueda ir a asistirlos, porque esto es una obra de caridad que se presta a los propios padres. Don Bosco habló todavía a toda la Comunidad después de las oraciones de la noche: Ayer noche, mis queridos hijos, me había acostado, y no pudiéndome dormir, pensaba en la naturaleza y modo de existir del alma; cómo estaba hecha; cómo se podía encontrar y hablar en la otra vida separada del cuerpo; cómo se trasladaría de un lugar a otro; cómo nos podremos conocer entonces los unos a los otros siendo así que, después de la muerte, sólo seremos espíritus puros. Y cuanto más reflexionaba sobre esto, tanto más misterioso. me parecía todo. Mientras divagaba sobre éstas y otras semejantes fantasías, me quedé dormido y me pareció estar en el camino que conduce a... (y nombró la ciudad) y que a ella me dirigía. Caminé durante un rato; atravesé pueblos para mí desconocidos, cuando de pronto sentí que me llamaban por mi nombre. Era la voz de una persona que estaba parada en el camino. -Ven conmigo, me dijo; ahora podrás ver lo que deseas. ((**It8.854**)) Obedecí inmediatamente. Aquella persona se movía con la rapidez del pensamiento y lo mismo yo. Caminábamos sin tocar con los pies en el suelo. Al llegar a una región que no sabría precisar, mi guía se detuvo. Sobre un lugar eminente se elevaba un magnífico palacio de admirable estructura. No sabría puntualizar dónde estaba, ni a qué altura; no recuerdo si sobre una montaña o en el aire, sobre las nubes. Era inaccesible, y no se veía camino alguno para subir. Sus puertas estaban a una altura considerable. -íMira! íSube a ese palacio!, me dijo mi guía. ->>Cómo hacerlo?, exclamé. >>Cómo apañarme? Aquí abajo no hay entradas y yo no tengo alas. -íEntra!, me dijo el otro en tono imperativo. Y viendo que yo no me movía, añadió: -Haz como yo; levanta los brazos con buena voluntad y subirás. Ven conmigo. Y diciendo esto levantó en alto las manos hacia el cielo. Yo abrí entonces los brazos y al instante me sentí elevado en el aire a guisa de ligera nube. Y heme aquí a la entrada del gran palacio. El guía me había acompañado. ->>Qué hay dentro?, le pregunté. -Entra: visítalo y verás. En una sala, al fondo, encontrarás quien te aleccione. (**Es8.726**))
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