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((**Es8.670**) del texto que el Romano Pontífice es sucesor de San Pedro; además, el que lee puede darse enseguida cuenta de que este opúsculo no tiene más objeto que el de probar, insinuar y defender el primado de San Pedro pasado al Romano Pontífice su sucesor. No creí necesario repetirlo aquí, ya que unas páginas más adelante (en la 206) hay todo un capítulo, o sea todo un tratado acerca de: la cabeza visible de la Iglesia, sucesor de San Pedro. No obstante, en este punto se quitará toda ambigüedad en la futura edición, así como se quitará el aviso de que no altera la relación con la materia; o también en el lugar notado en la página 192, referiré o mejor repetiré la definición del Concilio Florentino, tal como la refiero en la página 58, que dice: <((**It8.788**)) Sumo Pontífice es su Sucesor, como lo definió el Concilio Florentino con estas palabras: <> etc., página 58 hasta Iglesia Universal. Dadas estas aclaraciones, concluyo asegurando: 1.° Que tanto al escribir este opúsculo como tantos otros, y al exponer estas aclaraciones, no he tenido más fin que el de promover, en mi poquedad, la mayor gloria de Dios y la gloria de nuestra santa religión católica, y especialmente insinuar respeto y veneración a la persona del Supremo Jerarca de la Iglesia, como todos pueden ver en la serie de las Lecturas Católicas, que hace quince años se publican con la aprobación se puede decir de todo el Episcopado Subalpino y del mismo Santo Padre. 2.° Todo lo que se diga o haga, después de estas aclaraciones, lo tengo como una obra de caridad, caridad todavía mayor si se me comunica en concreto lo que pareciere más oportuno para esclarecer los hechos o para la exactitud de las máximas. 3.° Estoy dispuesto a modificar, corregir, quitar, añadir todo lo que de una manera concreta me fuese simplemente propuesto, para que yo pueda seguir con seguridad las sugerencias. Una vez que hubo terminado, juntamente con la carta dirigida al Arzobispo y el Dictamen del Consultor, hizo copiar su trabajo al clérigo Chiapale, el cual fue después Capellán Mauriciano en Fornaca Saluzzo y nos escribió el 12 de agosto de 1889 sobre lo mucho que don Bosco había sufrido entonces: <>Era, según creo, a últimos del mes de mayo. Una tarde me dijo privadamente don Bosco: >>-Después de cenar, ven a mi habitación. Tengo que darte un trabajo que corre prisa. >>-Muy bien, le respondí. >>Acudí diligentemente a la hora fijada: eran las nueve. En la ha-bitación contigua a la suya, estaba colocado sobre una mesa todo lo necesario para mi trabajo: (**Es8.670**))
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