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((**Es8.671**) >>-Copia esto, me dijo, pero procura hacer un trabajo limpio. ((**It8.789**)) >>Verdaderamente el escrito aparecía bastante enredado, a causa de la letra difícil, las correcciones y las diminutas apostillas al margen. Como estaba acostumbrado a copiar manuscritos difíciles (como los sermones para ejercicios espirituales de don José Cafasso y los pliegos de mi profesor José Ghiringhello sobre el nuevo testamento, cuyos originales seguramente sólo yo conservo), mi labor procedía felizmente. >>Era aquel escrito la defensa preparada por don Bosco y monseñor Gastaldi, preconizado Obispo de Saluzzo, acerca de las graves observaciones y acusaciones promovidas por la Sagrada Congregación que presidía el Eminentísimo Cardenal Panebianco, contra algunos hechos y afirmaciones, más inexactas que erróneas, como después resultó. Permítaseme observar que, mientras atendía activamente a mi trabajo, más de una lágrima importuna resbalaba por mis mejillas con peligro de frenar la rápida transcripción. >>Era el efecto de las expresiones que tenía que escribir y que habían sido enviadas al querido don Bosco. Leí la requisitoria que era grave y severa, como corresponde a quien ejerce un alto cargo; pero lo que más hería al lector imparcial, era el modo con que se trataba a don Bosco, como si fuese un visionario, un cuentista, un pobre hombre, etc. Parecía que en un asunto de tanta importancia y consecuencias se podían unir muy bien la justa y severa censura contra los errores, si los había, con el debido respeto al autor, aun haciendo caso omiso de la difícil y delicada posición de don Bosco en la sociedad. >>Me emocionaban los frecuentes suspiros y palabras incompletas de don Bosco en la habitación contigua, que yo oía en medio del profundo silencio. >>Era ya la media noche cuando sentí abrirse suavemente la puerta que daba a su habitación. >>-Qué, >>has acabado?, me preguntó don Bosco. >>-Todavía no. ((**It8.790**)) >>->>Te queda todavía mucho? >>-Un poco. >>-Por ahora basta, con tal de que podamos mandarlo mañana por la mañana a las ocho, con el correo que va a Roma. >>-Creo que sí. >>Y a la vez que repasaba mi copia, me introdujo en su habitación. Se sentó abatido. Con el brazo izquierdo apoyado sobre la mesa, sostenía su cabeza cansada: (**Es8.671**))
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