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((**Es8.238**) que se levantase sino para curarla? Esperé a que don Bosco volviera, pero había salido de Turín. >>Y la pobre muchacha, poco tiempo después, se nos fue al paraíso. >>Pero no sucedió lo mismo con otra hija que aún vive: estaba ésta casi muerta, y don Bosco me la devolvió viva como ya le he contado en otra ocasión>>. Juntamente con estos últimos números del año se ofrecía a los suscriptores, como aguinaldo, El Hombre de Bien, almanaque para 1866. La Civilt… Cattolica, año 1865 Vol. IV, pág. 722, escribía: <>. Contenía algunas reflexiones para cada mes, sobre uno de los mandamientos de la ley de Dios; el Recuerdo de la fiesta de la colocación de la piedra angular de la iglesia de María Auxiliadora; ((**It8.272**)) algunas narraciones edificantes, hechos amenos y epigramas; más el reglamento de la tómbola, cuyos premios deberían sortearse al año siguiente después de haber estado expuestos al público durante tres meses. Al principio del libro se leían estos pensamientos: El Hombre de Bien a sus lectores Me alegro de poder saludaros de nuevo, queridos lectores, que tuvisteis el honor de leerme el año pasado. Creo que ninguno de vosotros haya muerto; porque en el caso de que alguno haya sido llamado por el Señor de esta vida a la otra, yo pediré de corazón su descanso eterno como por un amigo entrañable. Porque yo quiero, como condición necesaria, que mis lectores sean también mis amigos. Si no, no. ->>Y qué nos dirás este año? -Os haré reír de nuevo con la historia del pobre Miguel. -Fue una idea feliz, >>sabes? -El mundo es tan malo y da tantas ganas de llorar, que es una bendición del cielo cuando podemos levantar los ojos hacia un cuadro más ameno que el que nos presenta esta miserable tierra. -Gracias mil, pues, por lo que nos regalaste el año pasado; pero >>y éste? -Este año quiero divertiros de otro modo. Tendréis historietas amenas, pero no tan jocosas como las otras; varietas delectat (en la variedad está el gusto), recuerdo que nos decía mi maestro. Las burlas de aquel infeliz las guardaremos para mejores tiempos. Pero aunque dirijo todos mis esfuerzos para no mezclarme con las cosas de aquí abajo, y hablar de lo que los sabios llaman con aire doctrinal política, no obstante, sin pretenderlo ni pensarlo, supe cosas que me pusieron de punta los pocos pelos blancos que todavía me quedan. íQué pena! íVaya facha la que ha hecho ante vosotros, mis elegantes lectores, vuestro Hombre de Bien. No quisiera yo promover la risa en medio de tantas lágrimas a expensas de mi honorabilidad para con vosotros (**Es8.238**))
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