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((**Es8.239**) y los demás que espero querrán tomarme en adelante en sus manos y echarme con cierta complacencia un vistazo de cabo a rabo. Abrigo muchas esperanzas de que para otro año... Pero íay! Ya no digo profecías >>sabéis? Las pocas, que en alguna ocasión me aventuré a hacer, me costaron muy caras y me quitaron las ganas de repetir. Se figuraban aquellos tales que yo era un pez gordo. íPobrecillos, cómo cambiarían de pensar si pudieran verme! ((**It8.273**)) Por lo tanto quiero esperar que otro año, con mejores tiempos, tendré también ocasión para contaros cosas mejores. >>Os parece bien este pacto? Pues entendidos. Pero >>y si el pobre Hombre de Bien ya no viviera? Es una duda mía que también yo llamaba inoportuna. Pero: Considerando: 1.° Que yo soy ya muy viejo; Considerando: 2.° Que también puede uno morirse sin tener muchos años; Considerando: 3.° Que el año tiene trescientos sesenta y cinco largos días y que en este tiempo pueden suceder muchas cosas y muchos pueden pasar a mejor vida; Pido que el pobre Hombre de Bien, aún en el supuesto de que muriese, quede en el recuerdo de sus humanísimos lectores. No obstante, yo creo que podré arreglármelas esta vez para vivir muchos años y lo mismo deseo para vosotros. El que quiera otra cosa, quede bien servido. Este año he pensado regalaros, como meditación para cada mes, un precepto del decálogo. Está ya tan maltratado, hablando en general, que no queda fuera de lugar recordarlo con frecuencia para no tener que hacerlo después, en un momento demasiado crítico, sin provecho. Os ruego, queridos lectores, me presentéis a muchos, hagáis que me lean, que me traten, especialmente los que no frecuentan la iglesia y no saben qué hacer de los mandamientos, aquéllos a quienes vosotros conocéis mejor que yo y que, proclamándose libres, libres, son después verdaderos esclavos de sus pasiones. Con ellos quisiera yo entretenerme un poquito, con la esperanza de dejar en su mente algún pensamiento religioso. Además de esto os diré alguna otra cosilla que no os desagradará. Amigos míos, conservaos sanos y alegres, no os la toméis con el pobre Hombre de Bien, si alguna vez os resulta un poco pesado. Qué queréis, soy viejo y refunfuñador, veo que el mundo marcha mal, querría detenerlo y me doy cuenta de que me faltan las fuerzas. Es verdad, se necesita algo más que un pobre viejo para detener toda esta pobre máquina. Pero tengo una abundante y buena voluntad, si ello bastara. Que sigáis bien y estéis siempre alegres en el Señor, queridos lectores. íHasta la vista! (**Es8.239**))
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