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((**Es8.231**) <>. Mientras tanto don Bosco aceptaba cuatro muchachos toscanos para colocarlos en el seminario de Mirabello. El mismo los llevó hasta Turín y desde aquí ((**It8.263**)) fueron acompañados a Mirabello. Uno de éstos, Ernesto Saccardi, desde su infancia había sido formado en la piedad con una educación verdaderamente cristiana. El día de la partida, cuando la madre se lo entregó a don Bosco, él se enjugó las lágrimas, tomó de la mano al Siervo de Dios, se la besó y díjole con una sonrisa: -Hasta ahora mi madre era todo para mí, ahora me pongo en sus manos. Haga de mí lo que mejor crea para mi alma. Don Bosco le consoló, diciéndole con toda su bondad: -Te pido solamente dos cosas: confianza en las cosas del alma y obediencia a tus superiores. -Espero, repuso el muchacho, que en esto quedará usted satisfecho. Don Bosco partió de Florencia y, en compañía de los nuevos alumnos, llegó al Oratorio. En este viaje hubo también parada en Prato di Toscana, donde ocurrió un caso curioso. Iban en el mismo compartimiento unos señores que hablaban de los asuntos del día y cayó la conversación sobre la instrucción de la juventud. Uno saltó diciendo que se debían suprimir los estudios de los jesuitas y los colegios de los curas. Y añadió: -Si yo estuviese en el puesto del Gobierno reduciría a la nada ese nido de pequeños jesuitas que tiene don Bosco en Turín, echaría a puntapiés a él y a sus muchachos y pondría en su lugar un regimiento de caballería. (**Es8.231**))
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