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((**Es8.179**) estaciones eran tratados con toda deferencia, porque los empleados del tren, a los que frecuentemente daba don Bosco una buena propina, iban a porfía en tributarles su cortesía, preferencia o servicio. Alguna vez sucedió que, al llegar a algún pueblecillo donde nadie les conocía, tenían que ir a la posada para comer y dormir. Entonces don Bosco comenzaba diciendo: ->>Ha tenido buen viaje, señor conde? >>Está tal vez muy cansado, señor marqués? >>Qué desea para la cena? íUsted, señor barón, ciertamente no hallará aquí los espléndidos platos de su cocina! Tendrán que conformarse, señores, y contentarse con lo que encuentren en estos lugares. Naturalmente hablaba de burlas, pero lo hacía con tal gracia que el hostelero, su familia, y los ociosos clientes, al oír repetir aquellos títulos de nobleza, quedaban asombrados y se esforzaban para tratar lo mejor que podían a aquellos señores forasteros a quienes estaban dispuestos a ceder hasta su propia cama. El hostelero se acercaba a don Bosco y le decía por lo bajo: ((**It8.200**)) -íCómo! >>Este señor es un conde? >>Y ese otro, un marqués? -íSon personajes distinguidísimos! -íPobres de nosotros! >>Cómo haremos para tratarles según su rango? -No se apure, buen hombre; se contentan fácilmente; saben comprender. Para los nuestros era una comedia, que provocaba la risa. Pero a veces, la broma daba buen resultado. Un día fue el Siervo de Dios a la estación de Puerta Nueva para salir de viaje con José Rossi, que le llevaba la maleta. Como de costumbre, llegó cuando el tren iba a partir, todos los vagones estaban llenos de gente con las portezuelas cerradas o asomada a las ventanillas, como si verdaderamente los compartimientos estuviesen ocupados, para impedir que otros subiesen con ellos. Don Bosco, al no poder encontrar puesto, se volvió a Rossi exclamando por broma en alta voz: -íSiento, señor Conde, que se tome tanta molestia por mí, dignándose llevarme la maleta! -íNo hay de qué, don Bosco, respondió Rossi con voz bastante clara. Me siento dichoso de poder prestarle este pequeño servicio. Algunos viajeros que oyeron las palabras señor conde y don Bosco, se miraron entre sí y las repitieron admirados; uno de ellos les llamó, ya que aún no habían logrado subir al tren: (**Es8.179**))
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