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((**Es8.180**) -íDon Bosco, señor Conde! suban aquí; todavía quedan dos plazas. -No quisiera incomodarles, dijo don Bosco. -íSuban! íEs un honor para nosotros; retiro mis maletas y todos estaremos muy bien! La predicción hecha por el Siervo de Dios a fines del 1863 seguía sin cumplirse. Después de la gran mortandad de Ancona y Cerdeña, en Nápoles, del 13 de octubre al 14 de noviembre ((**It8.201**)) se registraron dos mil trescientos quince casos de cólera y mil ciento ochenta y ocho muertos, números inferiores a la realidad; y después del 14 creció el mal en intensidad. Hubo días en los que aparecieron doscientos casos y ochenta muertos. Se expidieron cuarenta mil pasaportes a los que estaban bien de salud y quisieran irse fuera del reino, a lugares tenidos por menos peligrosos. Fuera de Italia, Malta, Esmirna, Constantinopla y otros puertos se convirtieron en centros de infección. El cólera se propagaba también por Francia. En París y en el departamento del Sena afectaba a seis o siete mil ciudadanos. En Marsella, morían a mitad de septiembre sesenta o setenta personas por día. El mal llegó hasta Tolón donde se presentó más mortífero, quedando infectadas las regiones vecinas. En España se declaró el contagio de forma tan violenta y pavorosa que las ciudades principales se quedaron casi desiertas; todos los que podían hallar asilo en otra parte se iban al campo o a ciudades no afectadas. Solamente en Madrid se refugiaron más de sesenta mil personas que huían de provincias; y cuando la epidemia apareció en la misma capital, también allí empezó la fuga y la dispersión. En Inglaterra el cólera no hizo tantos estragos como para conmover a la población, pero la peste bovina exterminó en pocas semanas a cientos de miles de bueyes y vacas; y la fiebre amarilla segaba en algunos lugares de la costa muchas vidas humanas, a tal extremo que el propio gobierno italiano tuvo que echar fuera de sus mercados marítimos todo lo procedente de algunas ciudades de las costas británicas. En este tiempo crecía la devoción y confianza en María Auxiliadora. Entresacamos el siguiente documento. La señora Amalia Fulcini Jacobazzi escribía a don Bosco, desde Campegine, el 12 de septiembre de 1865: He oído hablar a diversas personas, especial mente a mi íntima amiga la condesa Carolina Soranzo de Venecia, de la maravillosa ((**It8.202**)) construcción de la iglesia que (**Es8.180**))
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