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((**Es8.107**) estudios o para el trabajo, según el caso, a casi un millar de muchachos, con gran provecho para ellos mismos y también para la sociedad, porque muchos de ellos han sido recogidos en la calle, que los conduce a la cárcel, a galeras o aún peor. Si queréis una prueba del modo sencillísimo con que tiende sus redes a estos pajaritos, revolantes de un lado para otro, ved lo que sucedió hace pocos días. Encontróse don Bosco con tres granujillas de unos diez años, que jugueteaban en la calle. Don Bosco, como suele hacer cuando se encuentra con muchachos con pinta de abandonados, se acercó a ellos para decirles una palabra cariñosa y ver el modo de ayudarles. Y les dijo: -Hola, muchachos, >>qué hacéis aquí: -Nos entretenemos. -Y >>no podríais ir a trabajar? -Con gusto iríamos, si encontráramos trabajo; pero estamos como usted ve tan sucios y andrajosos, tan cargados de fratelli d'Italia (de miseria) que nadie nos admite para trabajar. -Pero si alguien os pusiera limpios y os diera ocupación, >>aceptariais? -íClaro que sí! -Entonces, venid conmigo. Dicho y hecho; los tres rapazuelos, contentos y avergonzados, siguieron al buen sacerdote que los llevó al Oratorio. Allí les hizo limpiar, lavar, vestir con ropa nueva de pies a cabeza y los puso a trabajar. Los tres mocitos responden al cariño de su bienhechor con asiduidad al trabajo y con un reconocimiento que se manifiesta en actos de respeto y de amor siempre que le ven. Aquellos tres pobrecitos estaban encaminados a la cárcel y a la horca. Ahora se convertirán en inteligentes y honestos trabajadores, como cientos y cientos de compañeros suyos en el Oratorio...>>. Jamás se enfrió esta generosidad de don Bosco y más tarde atestiguaba el teólogo Leonardo Murialdo: <((**It8.113**)) artesanitos, ya que no podían ser admitidos en el mío por algún motivo>>. Y tenía para sus alumnos, a quienes conocía por nombre y apellido, un afecto apasionado por la salvación de sus almas. Habiendo sabido en una ocasión que uno de éstos había cometido una grave falta, lo sintió tanto que no pudo dormir en toda la noche y lo contaba a la noche siguiente desde la tribuna, lamentándose de la ofensa hecha a Dios y mostrándose muy apenado. (**Es8.107**))
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