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((**Es7.431**) dispuesto a escucharos. En casa, si queríais comulgar, con frecuencia no se presentaba nadie en el comulgatorio y había que esperar o llamar al sacerdote; a veces, había compañeros que no aguardaban más que reírse de vosotros si ibais a comulgar: aquí, podéis ir siempre que queréis: no hay ninguno que se burle, ni que os observe o se fije cuándo vais y cuándo no vais. En el pueblo, si queríais hacer una visita a Jesús Sacramentado, había que salir de casa con lluvia, con sol; a veces, la iglesia estaba cerrada; a veces, gritaban los padres porque os necesitaban para un recado: aquí, en cambio, quién os impide, en tiempo de recreo, entrar en la iglesia para visitar a Jesús Sacramentado, a María Santísima, rezar un padrenuestro y una avemaría y luego volver a jugar? Aquí tenéis amigos buenos, ejemplos santos, consejeros seguros; los teníais en vuestra casa? Aquí hay toda suerte de comodidades para hacer un poco de bien a vuestra alma, los superiores no tienen más compromiso que ayudaros. Alguno podrá preguntar: -Para qué servirán estos medios? Y yo os respondo: -El que no los aprovechare, sería como aquél que se encontrase ante una mesa donde le sirven los más ricos manjares y las más exquisitas bebidas... y él, en lugar de comer y beber, se quedase mirando las moscas y al techo. -Pero por qué no comes? -Sí, sí... ya comeré mañana. -Pero mañana no tendrás esta mesa. -Dejadme en paz, íqué aburrimiento! Mis queridos muchachos: me preguntáis si os sirven para algo las prácticas de piedad? Podéis dudar de ello? Ante todo os sirven para salvaros eternamente e ir al paraíso; después, os ayudan muchísimo para estudiar. Yo ya he notado esto ((**It7.505**)) hace muchos años. Hay un muchacho diligente en sus deberes de piedad? Es querido por sus compañeros, por sus superiores; se distingue en la clase; es la alegría de sus padres y del párroco en el pueblo. Por el contrario, los que no quieren saber de piedad son la desesperación de los superiores, no son apreciados por sus compañeros, porque a éste le quitan una cosa, con ése se enfadan, a aquél le insultan, le maltratan; en el pueblo son el desprestigio de la familia, el desprecio de todos...Y cuando sean mayores? Habrán perdido sus años y se encontrarán con las manos vacías... III Tengo que advertiros una cosa y es que, cuando escribáis a casa, no contéis mentiras, sino que digáis las cosas como son. Aunque se reparte pan a voluntad y pese a que se encuentran mendrugos y panecillos a medias por todas partes, hay quien se atreve a escribir que aquí se hace pasar hambre a los muchachos. Hay algunos que, sin estudiar y sin haber aprobado, escriben a los padres diciendo que se han cometido injusticias contra ellos, que los maestros y asistentes le tratan mal. Otros, hartos del reglamento, gandules, amigos solamente de comer y de beber tienen algo que decir de todo, porque nada les satisface. Pero por qué obrar así, queridos míos? Por qué decir lo contrario de la verdad? Si tenéis la vista turbia y lo veis todo oscuro qué podemos hacer nosotros? Yo no defiendo la casa porque no lo necesita, y hay centenares de muchachos que están contentísimos de hallarse aquí con nosotros; ícon don Bosco! Además, si uno no se encuentra bien aquí, sepa que no tenemos a nadie por la fuerza. El que no esté contento (**Es7.431**))
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