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((**Es7.356**) curación temporal de nuestro amantísimo Padre y de cargarse con su mal. Es muy amigo mío, y al verle de cuando en cuando delicado de salud, hablé de él una vez a don Bosco, y entre otras cosas le dije: >>-Temo que usted no atienda a este joven y lo pierda pronto. Joven como es, y ya tan endeble de salud, no puede durar mucho. >>Aquel mismo día por la tarde animaba yo a mi apreciado amigo, y él me dijo: >>-Mañana estaré curado, me lo dijo don Bosco. >>-Y así fue; al día siguiente asistió a clase y fue a comer con todos, a pesar de que el día anterior apenas si podía tolerar el café. Quedé maravillado de ello, ya que conocía, más de cerca que los otros compañeros, su pésimo estado de salud. No sospechaba yo todavía que él estuviese enfermo con el mal de don Bosco, cuando una tarde, hallándome con don Bosco en su habitación y habiéndole preguntado cómo se encontraba de salud (pues el día anterior estaba muy fastidiado) me respondió que se sentía mejor y añadió: >>-Está N. N. que se carga con mi mal. >>Entonces comencé a entender un poco mejor los repentinos cambios de salud de uno y de otro y me convencí de que Dios se complace a veces en jugar con las almas que le quieren>>. Don Juan Francesia da fe de un hecho semejante. Una mañana padecía don Bosco de los ojos y poco después de comer estaba totalmente sano. Le preguntamos la causa de tan ((**It7.415**)) repentina curación y respondió que su mal había ido a parar a los ojos de otro, que había rogado al Señor se lo pasase a él para aliviar a don Bosco. Don Antonio Sala quiso tener una prueba de tan singular fenómeno. Nos contó muchas veces lo que le sucedió a él mismo. Se encontraba en Roma con don Bosco, el cual debía dar una conferencia, cierta mañana. Pero, víctima de un violentísimo dolor de cabeza, se sentía tan abatido que no se atrevía a salir de casa. Debía tratar asuntos sumamente importantes, y al verle don Antonio Sala en aquel estado le dijo: -Don Bosco, si bastara rezar al Señor para que me traspasara a mí su dolor, yo lo aceptaría gustoso, con tal de que usted quedara libre. -Pobre de ti, respondió don Bosco; bueno, te cedo mi malestar hasta que concluya la conferencia. Don Bosco salió de casa y don Antonio comenzó a padecer un atroz dolor de cabeza, que no cesó hasta el regreso de don Bosco. Lo mismo les sucedió varias veces a otros. <(**Es7.356**))
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