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((**Es7.243**) todo para que se cambiaran la ropa, totalmente empapada. Abriéronse los armarios de la casa, del administrador y de los colonos. Los muchachos aparecieron disfrazados de las formas más extrañas. Uno con zuecos, otro con chancletas, quien con botas de montar, y quien con zapatos más grandes que su pie. Este llevaba una chaqueta de campesino, aquél un batín. Uno vestía de casaca, otro con una blusa de obrero y estotro con un largo abrigo. Alguno iba envuelto con una colcha, esotro con un gabán de viaje. Se encendió un gran fuego y colocaron sus ropas a secar. Reían todos a más no poder al contemplarse vestidos de aquel modo. Mientras tanto se preparaba en la cocina sopa, carne y un gran plato de polenta, que asaltaron todos con apetito devorador. Hacia las diez, como había cesado la lluvia, don Bosco quería partir, pero el Caballero no quiso de ningún modo, e hizo subir a todos los muchachos a una gran sala de la planta superior. En ella cantaron, tocaron y Bongiovanni hizo el Gianduia. Suttil entonó una canción veneciana y una romanza por él compuesta que se titulaba el Puente de la Piedad. Se charló familiarmente hasta media noche, con gran placer de aquellos nobles señores, que habían preparado mantas en abundancia, para que los muchachos no pasaran frío durante la noche. Mientras tanto dos de los muchachos mayores habían ido a Villa San Secondo, ((**It7.279**)) donde se esperaba a don Bosco para una función religiosa organizada para la mañana siguiente. Así salió del apuro el pobre párroco al saber que, a pesar de la lluvia, don Bosco y sus muchachos llegarían a la hora convenida. En efecto, el martes salieron de Piea. El tiempo había mejorado. Y, hacia las diez, ya sonaba la banda a la entrada en Villa San Secondo. Brillaba el sol en medio de un cielo azul. Celebróse en la iglesia una función para la Compañía de San Luis, compuesta por muchos jovencitos del pueblo. Don Bosco bendijo un cuadro del angélico patrono de la juventud, pintado por Tomatis, y predicó demostrando la satisfacción que ahora debía tener San Luis por haber amado a Dios durante su juventud. Por la noche hubo una pequeña representación teatral, interrumpida por la lluvia. El miércoles, 8 de octubre, al mediodía, don Bosco salió de Villa San Secondo, después de rezar el ángelus. Lucía el sol sus galas. A las tres y media subían sudorosos los muchachos una colina. Pasaba por el camino un señor, que había colaborado activamente en las anexiones de 1860 y al ver a don Bosco lo llamó desde la cerca de su huerto. Reconoció don Bosco la voz pero, volviéndose a uno de sus (**Es7.243**))
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