Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.203**) para asistir a una pobre moribunda que estaba ya en las últimas. Don Bosco clavó sus ojos en aquel hombre y sospechando algo le dijo: -Es un lugar adonde pueda ir un sacerdote? -Se trata de una desdichada, pero está sola en casa. Don Bosco fue y apenas entró en la habitación vio a una enferma, agotada, hecha un esqueleto, que alzó los brazos y dijo: -íOh, un sacerdote! El Señor tiene todavía misericordia de mí; así podré salvar mi alma. Daba profunda compasión el estado de aquella pobrecita, que no tenía más que dieciocho años. Don Bosco hizo salir a la mujer que la asistía, reanimó las esperanzas de la enferma en la bondad infinita de Dios y la confesó. Ella, con los sentimientos del más profundo dolor, ((**It7.231**)) empezó a gemir y a orar a Dios. De cuando en cuando era presa de un paroxismo convulsivo; se le ponían lo cabellos de punta y empezaba a gritar y maldecir a los que la habían traicionado. Imprecaba especialmente a la mujer, que había vuelto a entrar después de la confesión, y que había sido instrumento de su ruina. -Sí, criminales, la venganza de Dios debe caer sobre vosotros y los rayos del cielo deberían aniquilaros; a vos también, a vos que fuisteis la causa de todas mis desventuras. Don Bosco quería calmarla. -No, hija mía, no; no pensemos en venganzas; el pasado ya no existe. El Señor te ha perdonado: perdona también tú. La pobrecita volvía en sí y respondía: -Tiene usted razón; he perdonado y perdono de corazón. Pero recuerdo el día en que me escapé de casa, abandoné y deshonré a mis padres. Apenas estuve aquí, quise regresar junto a mi madre en lo primeros días y lloraba; pero vos, dirigiéndose a la mujer, me lo impedisteis, me agarrasteis por un brazo sin soltarme. Y ahora, por causa vuestra, experimento tanto remordimiento... Y así seguía lamentándose hasta que don Bosco logró con sus palabras hacerla pensar solamente en el Señor. Entraba en agonía. Silencio en la habitación. La enferma, con la cabeza hundida en la almohada, inmóvil y casi sin respiración. De pronto, sentóse sobre la cama, giró en torno los ojos, ya casi apagados, alzó en alto el crucifijo que tenía en la mano derecha y gritó: -íEscandalosos, os aguardo ante el tribunal de Dios! Y volvió a caer sobre la almohada. Estaba muerta. (**Es7.203**))
<Anterior: 7. 202><Siguiente: 7. 204>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com