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((**Es6.755**) ((**It6.1000**)) -Y para no esperar tanto tiempo, no podríamos despacharlo todo ahora mismo?, exclamó don Bosco. Sacó el reloj, miró la hora de la llegada del tren a Asti, y la de la salida de la diligencia; y siguió diciendo: -Tengo veinte minutos para oírle en confesión. -Y si pierde el ómnibus?, le preguntó el comerciante. -No se preocupe por mí; aprovecharé otra combinación. -Conforme; ívamos!, exclamó resueltamente aquel señor. En aquel instante llegó el tren a Asti. Al bajar don Bosco fue saludado por el jefe de estación, que era conocido suyo. Pidióle una -dependencia libre, donde poderse retirar sin testigos para tratar unos asuntos con un amigo. Asintió de buen grado el Jefe y los introdujo en una habitación donde quedaron solos. Don Bosco y el comerciante hablaron primero de varios temas preliminares y accesorios y luego se comenzó la confesión. Pero el coloquio no procedió tan expedito como se esperaba; fue necesario algún tiempo más de lo previsto. Cuando don Bosco se presentó en la oficina de los coches, resultó que ya había salido la diligencia. Como tenía que estar en Montemagno aquella misma tarde, preguntó al dueño de la empresa, si sería posible preparar algún otro coche. Le contestó que sí, pero no antes de un par de horas de espera. Mientras se hacían las gestiones, encontrábase en la sala un mocetón de cara abierta y bondadosa, al que pronto se juntaron siete amigos más. Estos, que al parecer no eran hostiles a la religión, observaban al sacerdote que daba indicios de estar contrariado por aquel contratiempo y acercándose a él, le dijeron cortésmente: ((**It6.1001**)) -Hay que resignarse, reverendo, tenga paciencia. -No hay otro remedio, lo sé; pero ojalá tuviera algo que hacer aquí. -Hay mil maneras de pasar el rato; lea un libro. -Vaya a ver a algún amigo, dijo uno. -Hablemos, añadió otro. -Improvise un sermón, propuso un tercero. -Y dónde quieren ustedes que predique el sermón?, dijo don Bosco; aquí en la oficina del ómnibus? Ya sabría yo qué hacer para no perder el tiempo; pero... -Qué quisiera usted hacer? -Meterme en un confesonario. -Y a quién quiere confesar?, le preguntaron. -íPara no dejarme ocioso, vengan ustedes a confesarse! Todos soltaron una carcajada. (**Es6.755**))
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