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((**Es6.544**) Cuando ya estuvo todo de acuerdo, discurría don Bosco a quiénes enviar para los cargos inferiores del Seminario menor. En el Oratorio se hablaba de Giaveno todo el día y había más de uno, entre los clérigos, que deseaba ir allí y lo pidió. Pero don Bosco, que sabía el valer de cada uno, y hasta por qué camino lo llamaba el Señor, desilusionaba a los que no estaban capacitados para estas ocupaciones. Uno de éstos fue el óptimo clérigo Juan Baravalle, que exponía a don Bosco sus inquietudes acerca de su porvenir y por eso le manifestaba su voluntad de ir el año siguiente al seminario de Giaveno. Tenía plena confianza en don Bosco porque la primera vez que se había presentado a él, sin apenas conocerle, al exponerle el deseo de tratar con él de un asunto que ((**It6.721**)) le interesaba vivamente, con gran maravilla de su parte le había contestado el siervo de Dios: -También yo deseaba hablar de este mismo asunto desde hace mucho tiempo. Y comprobó aquel clérigo que don Bosco conocía perfectamente sus problemas. Y ahora, ante la petición de ir a Giaveno para el año siguiente, don Bosco, sin darle respuesta negativa, le dijo: -íEl próximo año! íEl próximo año! Y si este año te tocase ir un poco al paraíso, te conformarías? El clérigo respondió que sí. -Entonces, a qué preocuparte? Y no añadió más. El clérigo confió lo que le había sucedido al compañero Domingo Ruffino, el cual tomó nota de ello en su crónica. Dios llamó a Baravalle a la Orden de San Francisco, en la que ingresó a su tiempo y fue sostén y lustre de la misma. Mientras don Bosco trabajaba para realizar los deseos del Vicario General, el día 6 de septimbre hubo reunión de la Pía Sociedad. Don Bosco manifestó su pensamiento en los siguientes términos: Si nuestras reglas, si nuestra Congregación no han de redundar a la mayor gloria de Dios, estoy completamente conforme con que el Señor suscite dificultades, que hagan imposible la aprobación de aquéllas y ésta. Entretanto os digo: no se introduzca ninguna novedad en casa; aun cuando parezca que sería mejor otra cosa, no importa. Demos de lado a lo mejor y atengámonos sencillamente a lo bueno. No se haga interpretación alguna, ni violencia a las reglas; no se den por caducadas ciertas prácticas de piedad para sustituirlas por otras nuevas. Por ejemplo, hay quien quisiera establecer la compañía religiosa del Sagrado Corazón de María: me gusta esta compañía, la deseo, pero como sería en menoscabo de la de San Luis, que ahora se sostiene con dificultad, dejemos estos (**Es6.544**))
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