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((**Es6.45**) de este modo: daremos cuatrocientas liras para ayuda de los gastos a hacer; o también nos comprometemos a realizar nosotros las obras con los medios de que disponemos, siempre que usted, nos reintegre mil quinientas liras; lo cual no le será molesto, teniendo ya entregadas ochocientas liras a cuenta, al teólogo Murialdo. Pero nótese que desistimos de la petición de cubrir el techo con tablas, con tal de que quede defendida contra el agua del mismo techo la bóveda de la iglesia. Entre los trabajos que tenemos intención de tomar a nuestro cargo, no contamos con la reparación del techo, que corresponde efectuar al propietario, prescindiendo del estado del Oratorio. Advierto también que los alquileres han disminuido realmente, como usted sabe ciertamente mejor que yo, que arriendo aquí un edificio por el que pagaba novecientas cincuenta liras y ahora queda reducida esta suma a quinientas; lo mismo sucedió también en el Oratorio de Puerta Nueva y en otros edificios. Esta es la respuesta que podemos darle: hacer mayores gastos supera nuestras fuerzas. Pero yo sería del parecer que se considerara este Oratorio como una obra de beneficiencia que debe ser sostenida por todos; nosotros le dedicamos nuestro trabajo y los haberes que podemos. Es necesario que también usted y el señor abogado Daziani hagan algún sacrificio; y estamos convencidos de que esta obra será muy apreciada ante Dios, que no dejará de ((**It6.43**)) recompensarlos, aún durante esta vida, bendiciendo sus negocios y sus familias. Con el mayor aprecio considero un honor para mí poderme declarar, De V.S. Ilma. Turín desde mi casa, 1 de agosto de 1858 Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. A pesar de tener que atender estas gestiones y muchos otros trabajos, don Bosco aceptaba predicar fuera del Oratorio, en iglesias públicas y en oratorios privados. En efecto, escribía así al conde Pío Galleani de Agliano: Benemérito señor Conde: En cumplimiento de mi promesa prevengo a V.S. que voy a ir a su casa para el panegírico de Santa Filomena. Saldré el domingo, en el primer convoy después del mediodía. Llegado a Cúneo iré al Palacio Episcopal y, después, al <>. Pero no puedo complacerle del todo. El martes en el vapor de las dos de la tarde tengo que volver a Turín; por lo cual no puedo predicar el sermón de la Natividad de María Santísima. La gran escasez de sacerdotes en la ciudad y diversos asuntos, que tengo pendientes, me obligan a renunciar al gusto de quedarme ahí toda la semana, como había pensado. Que Dios le bendiga a usted, a la señora condesa y a toda la familia, mientras me profeso con sincera gratitud, De V.S. Turín, 1 de septiembre de 1858 Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.(**Es6.45**))
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