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((**Es6.44**) Hijo mío: La alegría y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre en nuestros corazones. Pediste algunos saludables avisos; lo haré con gusto y en pocas palabras. Entiende, pues, y advierte que los padecimientos de esta vida no guardan proporción con la gloria futura, que se manifestará en nosotros. Busquemos, por lo tanto, esta gloria con anhelo y trabajo incesante. La vida del hombre sobre la tierra es vapor que pronto se disipa; paso de nube que huye; sombra que apareció y ya no es; ola que fluye. Se deben, pues, tener en poco los bienes de esta vida, y desear con afán los del cielo. Alégrate en el Señor: ya comas ya bebas, ya hagas cualquier otra cosa, hazlo todo a la mayor gloria de Dios. Vale, hijo mío, y ruega por mí a nuestro Dios y Señor. San Ignacio, a 26 de julio de 1858 Tu amigo Sac. BOSCO De regreso a Turín y, hallándose en medio de un nutrido corro de muchachos, decía José Reano que había aparecido en el cielo un cometa de extraordinaria magnitud. -Sea ello o no presagio de calamidades, le contestó don Bosco, por desgracia debe caer sobre Italia algún azote, que traerá gran daño a nuestra patria. El mes de agosto aparecía en las Lecturas Católicas un cuento conmovedor anónimo, Antonio, el Huerfanito de Florencia. Se trata de un chico vendido a una compañía ecuestre de titiriteros, que se mantiene virtuoso en medio de pruebas terribles, y consigue por fin volver a su pueblo, después de sorprendentes aventuras. Con los trabajos de la inteligencia se entrelazaban los materiales. A todo lo largo de la iglesia de san Francisco de Sales se excavó un subterráneo, para trasladar allí el refectorio de los muchachos. Hubo que renovar el piso de la iglesia y, para sostenerlo, se construyó una bóveda. El antiguo refectorio se convirtió en cocina. ((**It6.42**)) También había que hacer grandes gastos en el Oratorio del Angel Custodio en Vanchiglia. Escribía don Bosco sobre ello a uno de los propietarios, el señor Alejandro Bronzini Zappelloni: Ilustrísimo Señor Abogado: Tan pronto como recibí su respetable carta, me apresuré a comunicar el contenido de la misma al teólogo Murialdo, con quien después de ponderarlo todo diligentemente, hemos llegado a esta conclusión: También nosotros queremos disminuir los gastos lo más posible; por consiguiente, como los trabajos propuestos son imprescindibles, hemos deliberado contribuir(**Es6.44**))
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