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((**Es6.409**) tantos cuidados, tantos trabajos y sudores a don Bosco y a sus colaboradores. ((**It6.544**)) Corrían rumores amenazadores de que iban a encarcelar al proveedor de pan para los internos, a quienes proporcionaba un porvenir honrado; temíase el cierre de la institución, la dispersión de todos los alumnos, echándolos a la calle o devolviéndolos a sus pobres familias, tronchando de este modo sus esperanzas. Crecían estos temores por la clausura en aquellos mismos días de otros centros de educación y el encarcelamiento de honrados personajes del clero secular y regular. Pero don Bosco sin turbarse, como consta también en los capítulos precedentes, esperaba la intervención de la Virgen. Por fin Farini, después de dar largas al asunto, mandó al Jefe de Policía que efectuara una visita de inspección al Oratorio. Pero no fue él el único responsable de los vejámenes que sufrió el Instituto; tuvo también su parte de responsabilidad el conde Camilo de Cavour. Era así su carácter: buenas palabras, zalamerías y después malas faenas por la espalda. No firmó el decreto de allanamiento y requisa, pero estaba al tanto de todo y, como presidente del Gobierno, hubiera podido y debido impedirlo. Decimos debido, porque le constaba que el Oratorio no era como lo pintaban los calumniadores y los periódicos, pues conocía a don Bosco de muchos años atrás y tenía buenas pruebas de la condición pacífica y benéfica de la institución. Más aún, como ya hemos referido, en los comienzos del Oratorio iba él mismo a entretenerse con los chicos en los días festivos, conversaba con ellos, se deleitaba presenciando sus recreos. Qué más? Tomaba parte en sus funciones religiosas y solemnidades, y más de una vez intervino en la procesión en honor de san Luis Gonzaga, con la vela en una mano y el devocionario en la otra, cantando con nosotros el himno: Infensus hostis gloriae (acérrimo enemigo de la gloria) en honor del ((**It6.545**)) Santo. íCuántas veces había presionado a don Bosco para que fuera a comer a su casa, donde le recibía con la más exquisita amabilidad y pasaba la tarde con él en largas conversaciones, preguntándole por el Oratorio, por sus alumnos y su sistema educativo! A pesar de todo esto, él, sumiso a las sectas, permitió los registros, y tal y como por aquellos mismos días le contaron a don Bosco, se limitó a decir a sus colegas: -Yo creo que es inútil registrar la casa de don Bosco, porque es más listo que nosotros y, o no se ha comprometido, o ya ha tomado sus precauciones a estas horas; de todos modos, haced como os parezca. Había dado pie a esta tiránica determinación una carta de monseñor Luis Fransoni, dirigida a don Bosco desde Lyon, en la que el (**Es6.409**))
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