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((**Es6.349**) >>Parecida sorpresa experimentó un jovencito de los alrededores de Buttigliera. Había ya comenzado el curso escolar, cuando me encontraba un día yo con otros alumnos, Francisco Cerruti, entre ellos, más don Miguel Rúa y el clérigo Cagliero, en torno a don Bosco. Le pedíamos un consejo que nos sirviese de norma para progresar en la virtud y sobre todo que nos iluminara respecto a las necesidades del alma de cada uno en particular. En aquel momento se presentó un chico de unos trece años, en cuya casa había parado don Bosco más de una vez y que se llamaba César B... Como había oído contar a sus compañeros que don Bosco conocía los pecados secretos de las conciencias, se presentó a él y, con cierto desenfado le dijo: >>-íA que no adivina usted mi interior! >>Entonces don Bosco, que estaba sentado, se acercó a él en presencia de todos y le habló un momento al oído. En cuanto hubo acabado, levantó el muchacho la cabeza y volviéndose a todos los presentes, hondamente conmovido, nos dijo con admirable ingenuidad: >>-Don Bosco ha acertado. íSe trata de una cosa que nunca he dicho a nadie, ni siquiera en confesión! >>Después se separó de él prometiendo ir pronto a confesarse. >>Otro día, estaba don Bosco en el comedor después del desayuno. Le rodeábamos algunos de nosotros, como de costumbre, y él nos miraba sonriendo amablemente, y decía que conocía el interior de nuestro corazón. Un estudiante, cuyo nombre creo debo callar, que habitaba en la ciudad y ((**It6.460**)) venía a menudo al Oratorio, casi despreciando lo que él juzgaba imposible, lo interrumpió diciéndole: >>-íPues bien, dígame mis pensamientos! >>Don Bosco pidió que se acercara y le habló en voz baja. No hemos sabido qué le dijo, pero el hecho es que el muchacho quedó desconcertado y confuso y no se atrevió a chistar. Yo estaba presente. >>Un compañero mío, estudiante de teología fue, hace ahora dos años, a pasar unos días de campo con cierto señor honrado y religioso en un pueblo a unas diez o más millas de Turín. Al volver, fue a confesarse con don Bosco y me contó después: >>-He de decirte algo sorprendente. Antes de venir a Turín, tenía un pecado en la conciencia; como no me atrevía a descubrirlo después a don Bosco, me confesé con el párroco del pueblo, donde estaba. Ahora bien, hace pocos días fui a confesarme con don Bosco, el cual, terminada la confesión, me dijo: (**Es6.349**))
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