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((**Es6.265**) Con motivo de estas controversias, aunque corteses y respetuosas, en torno a los clérigos del Oratorio, hubo quienes, ignorando el estado de las cosas, no dejaban de murmurar, acusando a don Bosco de querer tener la primacía en la diócesis y buscar artificios de toda clase para no estar sujeto a sus ((**It6.345**)) superiores. En efecto, alguna vez, aunque don Bosco tuviera siempre un recto fin en todos sus actos, pareció dar algún motivo a los criticones. Su Pía Sociedad no estaba todavía aprobada, y la Curia toleraba de mala gana ciertos actos, que, sin embargo, eran necesarios para que no se agostara su incipiente obra. Por otra parte, después de los consejos del Papa y de su Arzobispo, tampoco podía don Bosco dejar de emplear los medios a propósito para alcanzar su fin. Todo ello daba ocasión a algunos equívocos. Alguna vez, yendo a la Curia para obtener un permiso, se le negó; y él, sin mencionar su misión ni sus proyectos, soltó un día estas palabras: -íPero, señores, yo no pido nada para mí; ténganlo presente! Sirvo a la diócesis y no recibo ningún estipendio; trabajo únicamente por el bien de las almas; no pido más que poder trabajar por la gloria de Dios. Cuando oía a uno que interpretaba torcidamente sus intenciones, como si actuase por espíritu de independencia, replicaba: -Examínense mis obras y mis escritos y se verá qué espíritu me anima. Mírese cuanto se quiera mi vida pública y lo que voy haciendo y, si hay algo que merezca reproche, estoy dispuesto a corregirlo. Sólo pido que se me advierta, pero en términos concretos y no vagos e indeterminados. Por último tampoco faltaron los que encontraban motivo de crítica y manifestaban extrañeza de una sabia determinación de don Bosco. Era evidente para él que los políticos, a despecho de la ley Casati, serían más hostiles año tras año a la libertad de enseñanza y que pondrían graves estorbos para que los religiosos y los sacerdotes en general no pudieran dedicarse más a la enseñanza pública o privada, científica o literaria. -Eso ya no tiene remedio, iba diciendo don Bosco; los tiempos ((**It6.346**)) son malos y no cambiarán tan pronto. Dentro de unos años tendremos que cerrar nuestras escuelas, o disponer de profesores titulados para enseñar. Por eso él ya había puesto a estudiar a algunos de sus clérigos, para que pudieran presentarse a los exámenes de los cursos de magisterio y alcanzar el título oficial para las escuelas elementales. A tal fin se entendió con un buen profesor que acudía al Oratorio en (**Es6.265**))
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