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((**Es6.23**) sobre la cabeza de los que habrán de habitarlas. Así mismo, ícuántos trabajos debe realizar un muchacho para llegar a ser un buen carpintero! Si uno que quiere aprender este oficio se pusiera inmediatamente a hacer un armario, un escritorio o cualquier otro mueble, perdería el tiempo y el trabajo, echaría a perder madera y herramientas, y, en vez de aprender de carpintero, aprendería el oficio de destructor. Pues bien, lo que decimos de quienes desean aprender un oficio, digámoslo también de nosotros. Sí, también nosotros hemos de aprender nuestro oficio, a saber, el de cristianos. Jamás podremos salir airosos en esta profesión, si no la aprendemos de antemano. Y como para aprender esta nuestra profesión cada uno de nosotros tiene que obedecer a Dios, al Papa y a los sagrados ministros de la Iglesia y cada uno según su estado, por eso quiero hablar de la virtud de la obediencia. >>Qué quiere dedir obediencia? La palabra obediencia viene del latín ab audientia, algo escuchado, oído de la boca ((**It6.13**)) de otro, y por eso cuando oímos la orden de un superior y la cumplimos, ejercitamos la obediencia. >>Y qué es la virtud de la obediencia? Santo Tomás de Aquino, el mayor de los teólogos, hombre sapientísimo, que escribió muchas cosas y muy hermosas, dice que la obediencia es una virtud que dispone al hombre para cumplir todo mandato y la voluntad del Superior: Obedientia est virus hominem efficiens promptum ad exequendum praeceptum aut voluntatem superioris. >>Pero esta virtud se nos infunde con el santo Bautismo? Esta no es una virtud teologal que tenga sólo a Dios por objeto, sino que es una virtud moral que nosotros, ayudados por la gracia de Dios, podemos adquirir con el ejercicio de nuestras fuerzas, es decir, con la repetición de actos de obediencia. >>Cuántas clases de obediencia hay? Hay cinco clases. La obediencia divina, la eclesiástica, la política, la doméstica y la religiosa. La obediencia divina mira a obedecer a Dios. Dado que Dios es creador de cielo y tierra, rey de reyes, señor de todos los hombres y de todas las cosas, es muy justo que sea obedecido por nosotros antes que todos los demás. Dios nos manda que le honremos a El sólo como Dios, y nosotros debemos obedecerle. Dios nos manda no nombrarle en vano, no injuriarle, y nosotros debemos obedecerle. Y así siguiendo, debemos obedecerle observando los diez mandamientos, que es lo que Dios nos manda. Pero no sólo debemos obedecer a Dios, sino que debemos también observar la obediencia eclesiástica, es decir, debemos obedecer también a la Santa Madre Iglesia, porque Dios dijo a Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. El mismo Jesucristo, que dio a Pedro la facultad de atar y desatar, le dio también poder de hacer leyes que pudieran contribuir a mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas. Por esto es nuestro deber que, después de Dios, obedezcamos al Papa, que es el verdadero sucesor de San Pedro; debemos obedecer a la Iglesia y por consiguiente guardar sus mandamientos; oír la santa misa todos los días festivos, no comer carne el viernes y el sabado,1 confesarse al menos una vez al año y comulgar por Pascua de Resurrección, y no quebrantar los preceptos. ((**It6.14**)) Con la obediencia política obedecemos al Jefe de Estado, pero sólo en lo temporal, nunca en lo que atañe a la religión. Por ejemplo, debemos obedecer al Soberano pagando los consumos o extendiendo un documento con valor legal en papel timbrado, y lo mismo en todo lo que se refiere a las leyes del Estado. Pero, si el poder temporal nos quisiera mandar en cosas de religión, y éstas no fueran aprobadas 1 Don Bosco explicaba el precepto general de la Iglesia sobre abstinencia; no las normas especiales para España y otras naciones y grupos. (N. del T.)(**Es6.23**))
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