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((**Es5.550**) -Estoy muy cansado; no puedo más; el sermón ha durado hora y media. -Bueno, descanse, y nosotros esperamos. ->>Y le gustará al párroco que continuemos? -Iremos a decírselo. Mientras tanto, se acercaba el párroco a don Bosco y le decía lleno de estupor: -Haga como mejor le parezca; continúe si le place... íLe escucha con tanto gusto esta buena gente! Tomó don Bosco un piscolabis y volvió a subir al púlpito. La iglesia seguía repleta. Comenzó agradeciéndoles su atención, alegrándose de su buena voluntad, manifestándoles que estaba conmovido por ((**It5.774**)) su fervor, y siguió predicando. De cuando en cuando contaba algún episodio gracioso, y íeran tantos los que habían sucedido durante el viaje para llegar a aquel pueblo! Sobre todo la cabalgata de Montezemolo a Salicetto con todos los tumbos que había dado, le servían para divertir al auditorio, que andaba loco con aquellas descripciones y reía a más no poder. Se comprende que las subidas, las bajadas, los precipicios y las caídas tenían siempre su moraleja. La predicación de aquel día, salvo cortos intervalos, duró más de seis horas. Pero ello no debe maravillar, recordando el arte con que, según nosotros sabemos, sostenía don Bosco sus pláticas. Siempre hablaba con comparaciones, ejemplos y parábolas encantadoras. Predicando sobre la murmuración, invitóles a dar un paseo por el pueblo. Fingió que los llevaba por calles y plazas, haciéndoles oír los comentarios que se hacían en los corros. Luego los metió en las tiendas, en los cafés, en los establos, en las casas, para escuchar las conversaciones de las mujeres, de los obreros, de los patronos, y de los desocupados en general. Describió luego las personas víctimas de la murmuración y de las calumnias, haciéndoles ver cómo en la mayoría de los casos, son mal interpretadas las acciones de los demás, aunque sean las más santas; cómo exageran a menudo las malas obras por malicia o poca reflexión; cómo los mismos actos indiferentes dan lugar a cometarios sin fin que ofenden la caridad. De sus descripciones, salió repugnante y horrible la figura del murmurador, mientras aparecía digna de compasión y de defensa la situación de un calumniado. Luego hizo ver, con variedad de ejemplos, las fatales y lastimosas consecuencias que produce el murmurar del prójimo y con la sagrada Escritura en la mano probó cuánto ((**It5.775**)) odia Dios la (**Es5.550**))
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