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((**Es5.490**) -Y yo, en realidad, entonces no entendía, ni sabía, ni deseaba otra cosa>>. Otra dificultad nacía de que los pocos miembros de aquellas primeras reuniones estaban todavía faltos de verdadero espíritu de sumisión espontánea, propia de los perfectos religiosos, al renunciar totalmente a la propia voluntad. Su necesaria cooperación en la asistencia, en la enseñanza religiosa y escolar, la tradicional libertad de la vida de familia que hacía tan querida la casa de Valdocco, ciertos caracteres fogosos y difíciles que también se sujetaban con gusto a trabajos pesados y privaciones, obligaban a don Bosco a una gran paciencia al pretender de ellos una disciplina regular y exacta. Seguía el ejemplo del divino Maestro, quien reprochado por los fariseos de que sus apóstoles no ayudasen, respondióles con las comparaciones de vestido nuevo para remendar uno viejo, de echar un vino nuevo en pellejos viejos y del bebedor acostumbrado al vino añejo, que no quiere del nuevo. Con ello demostraba la imposibilidad de un cambio repentino de vida; y que era necesario acompañar a sus ((**It5.689**)) discípulos paso a paso, renovando su espíritu con sus enseñanzas, sus ejemplos y su gracia. Y en las páginas del Evangelio se narra cuánto hubo de aguantar su conducta.1 Baste recordar la expresión: Durus est hic sermo, (duro es este lenguaje),2 y cómo muchos de ellos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Decía don Bosco en 1875: <<>>Quién de vosotros recuerda todavía los primeros tiempos del Oratorio? íCuántas cosas se cambiaron poco a poco y se fueron asentando y consolidando! íEs evidente que somos progresistas por excelencia! Al principio estaba don Bosco sólo, luego tuvo a don Víctor Alasonatti. Pero a menudo le tocaba a él dar clase de día y de noche, escribir libros, predicar, asistir a ciertas horas a los alumnos, ir en busca de dinero. Y mientras tanto se originaban algunos desórdenes exteriores, discusiones entre los clérigos sobre la forma de hacer el bien, disputas literarias o teológicas, pero fuera de tiempo y a lo mejor demasiado acaloradas; molestias en el salón de estudio cuando no estaban allí los muchachos; unos no se levantaban a tiempo por la mañana a causa del frío; otros no iban a clase por una razón justa, pero sin decir nada al Superior. No dejaban de asistir con los muchachos, de modo edificante, a todos los ejercicios de piedad establecidos por el reglamento, pero no se hacía lectura espiritual 1 Luc. V-33 y sig. 2 Juan VI-60. (**Es5.490**))
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