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((**Es5.402**) En tal concepto la tenían todos, por su caridad con el prójimo. Nunca se había negado a socorrer a cualquier pobrecito que se le presentase pidiendo una limosna, y había procurado infundir en todos la necesidad y la importancia de lo que Jesucristo nos manda, con las obras de misericordia, en su santo Evangelio. Por eso se había sometido a tantas privaciones. Una vez muerta, no se encontró en su habitación nada con la más remota sombra de comodidad, ningún repuesto de bebidas, dulces, vinos, licores o cosas parecidas para confortar su ((**It5.566**)) avanzada edad. Es más, algunas buenas señoras, llegadas para amortajarla, pidieron licencia a don Bosco para que les permitiera quedarse con sus vestidos. Don Bosco condescendió con sumo gusto, pero fue grande su desilusión, al no encontrar nada; la difunta había empleado toda su ropa blanca para las necesidades del Oratorio, y todo su vestuario para remediar la miseria de alguna familia. El único vestido que tenía sirvió para amortajarla, y en los bolsillos del mismo se encontraron doce liras que no había tenido tiempo de gastar. Se las había dado don Bosco unos días antes de caer enferma, para que se comprara algo con que cubrírse decentemente la cabeza; pero es seguro que una parte de esta pequeña cantidad hubiera ido a parar a manos de los pobres. En la misma mañana de la muerte, don Bosco, acompañado del joven José Buzzetti, fue a celebrar la santa misa en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de la Consolación. Allí, después de haber sacrificado el divino Cordero ofreciéndolo al Eterno Padre en sufragio del alma de su madre, estuvo rezando largo tiempo ante la imagen de la Virgen. Entre otras cosas le dijo: -Oh piadosísima Virgen, mis hijos y yo nos hemos quedado huérfanos, íAh! Sed vos en adelante mi madre y su madre. Parece ser que María Santísima escuchó sus oraciones de una forma singular, a juzgar por el prodigioso desarrollo del Oratorio. Los funerales fueron sencillos, pero en todos dejaron sentimientos de profunda ternura. Se celebró una misa solemne en la iglesia del Oratorio, y los muchachos hicieron una comunión general en sufragio del alma de su insigne bienhechora y madre. Después todos acompañaron el féretro hasta ((**It5.567**)) la iglesia parroquial. La banda de música del Oratorio alternaba el canto del Miserere con el triste sonido de los instrumentos. El fúnebre cortejo se comportó con tal orden y tanto edificó a los espectadores, que hubo entre ellos quien, como la insigne señora Margarita Gastaldi, madre del canónigo Lorenzo, dijo que no había asistido nunca a unos funerales tan conmovedores. (**Es5.402**))
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