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((**Es5.392**) de una índole naturalmente buena y suave y que para enfadarse, tendría que haberse hecho violencia>>. Así, pues, el Oratorio estaba bien organizado, tanto más cuanto que la sola presencia de don Bosco era para todos una continua advertencia y un estímulo al bien; y para los estudiantes se convertía en un poderoso acicate de emulación. El canónigo Anglesio, que no disponía todavía de profesores suficientes para sus estudiantes, rogó a don Bosco que quisiera aceptarlos en las clases del Oratorio, y don Bosco consintió con sumo gusto. Y así, a partir de 1856 hasta 1859, todos los días escolares acudía a nuestras aulas mañana y tarde un buen número de aquellos jóvenes que recibían las mismas lecciones que los nuestros y rivalizaban en estudio y comportamiento. Todos recuerdan que había algunos de mucho talento. Al fin del curso se celebraba la distribución de premios ganados por ambas partes. Asistían siempre a la fiesta, alegrada con canto y música, algunos personajes importantes, los directores de ambas instituciones y varios bienhechores. Muchos de nuestros condiscípulos del Oratorio y del Cottolengo alcanzaron después espléndido resultado: unos llegaron a obispos, otros fueron sacerdotes ejemplares en las diócesis, algunos celosos misioneros, de modo que, ya desde entonces, puede decirse que don Bosco era benemérito de las lejanas misiones; y otros cursaron distintas carreras, consiguieron importantes empleos civiles o se distinguieron en las filas del Ejército. ((**It5.552**)) Se conserva un precioso manuscrito de estos primeros condiscípulos, educados en la Pequeña Casa de la Divina Providencia, en el que expresan su agradecimiento al profesor del Oratorio. En el último día del curso escolar del 1857, 10 de julio, al Reverendo Clérigo Juan Francesia, profesor del III Curso de Gramática. Si en este ansiado día, tan feliz para nosotros, nos hallamos con el corazón rebosante de alegría, y embriagado de fausta esperanza por el éxito que esperamos en el próximo examen, >>a quién hemos de considerar como autor de esta nuestra alegría y esperanza, sino a ti, nuestro benévolo Profesor? En verdad, por ti y gracias a tu paciencia, de la que, aunque indignos, nos toca hasta el presente hacer los más férvidos elogios, nosotros hemos enriquecido nuestra mente con muchos y muy necesarios conocimientos; gracias a ti hemos aprendido el latín y muchas cosas más; de ti, en fin, hemos recibido tanto y tales favores, que nos sentimos incapaces de rendirte las debidas gracias aquí en la tierra, y sólo podremos como protestamos hacerlo, elevar al Altísimo fervientes plegarias para que un día tenga a bien acogerte en su bienaventurado seno y concederte el premio merecido por tus desvelos en nuestro favor. Y estando así las cosas, >>no tenemos que estar satisfechos y alegres en este día tan feliz? Bien es verdad que este último día del curso debía ser un día triste por lo que (**Es5.392**))
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