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((**Es5.391**) algo más de lo que había visto hasta entonces en los demás sacerdotes. Mi persuasión fue la misma de muchísimos compañeros míos: que don Bosco era una persona extraordinaria y santa; y fue creciendo en mí la idea a medida que pude tratarlo de cerca, gozar de su conversación, escuchar sus consejos particulares y generales, y sobre todo, lo que me decía en la confesión, que siempre tendía a la gloria de Dios y al bien de mi alma mediante la frecuencia de la santa comunión. Admiré después en él su humildad al escoger como objeto especial de sus cuidados a los chicos del Oratorio festivo desharrapados, maleducados, casi siempre sucios y cargados de miseria. Recuerdo, y fue mi primera y más fuerte impresión, después de mi ingreso en el Oratorio, que fui a confesarme con él con otros externos y lo vi rodeado de un montón de éstos, uno de los cuales olía repugnantemente. >>Parecía que él gozaba de encontrarse en ((**It5.550**)) medio de ellos. Lo vi en los días festivos, y a veces también entre semana, cercado de centenares de muchachos díscolos e indisciplinados, a los cuales iba dominando poco a poco y haciéndolos buenos y fervorosos cristianos. Le gustaba y se complacía en llamarse jefe de los pilluelos de Turín. Para ganárselos y lograr que acudieran al Oratorio, los atraía con buenas maneras doquiera los encontrase, y luego, con las clases nocturnas, las diversiones, la música, las representaciones teatrales, los piscolabis, los regalos de dulces y los juegos de prestidigitación y de destreza que él mismo hacía, los alejaba del vicio, los guiaba a la virtud y a la frecuencia de los sacramentos, a cuyo fin se prestaba con sumo gusto y buen humor con los muchachos que la Providencia le encomendaba. No se cuidaba de sí mismo, ni de su salud; aún con fiebre, atendía a sus diarias ocupaciones, a la catequesis, a la predicación, como lo hubiera hecho otro en perfecto estado de salud>>. Añadimos a este testimonio el de Domingo Bongiovanni. <((**It5.551**)) admiraba a don Bosco siempre sereno, tolerante y alegre. Se decía que tenía un carácter ardoroso y absoluto; y a mí me parecía (**Es5.391**))
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