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((**Es5.295**) por el reverendo Cassetta, párroco de Costigliole de Asti. Y lo mismo puede decirse de otras diócesis piamontesas. Don Bosco proporcionó también cada año muchos seminaristas a la diócesis de Milán. Y en la Liguria se cuentan más de trescientos sacerdotes alumnos suyos. Hasta Roma tuvo también algunos de ellos distinguidos con varios títulos y dignidades; y seis obispos vivieron varios años, siendo niños, al lado de don Bosco. Y con todos éstos, cuya vocación ya se veía que no era para el Oratorio, don Bosco tenía las mismas consideraciones y cuidados que usaba con los que abrazaban su pía sociedad. Cuando llegaba la hora en que un alumno debía dejar el Oratorio para incorporarse al clero de su propia diócesis, lo llamaba unas cuantas veces y le iba dando los consejos que consideraba oportunos, para que fuese un buen seminarista y ((**It5.409**)) llegara a ser un día un buen sacerdote. Les recomendaba sobre todo que conservaran la pureza de corazón, asegurándoles que, en caso contrario, perderían toda esperanza de felicidad y de fructuoso ministerio. Así desplegaba don Bosco su celo infatigable en pro de la Iglesia Católica. Hace una viva descripción y un magnífico elogio de los resultados de su actuación y su mérito el padre Félix Giordano, de los oblatos de María, antiguo amigo suyo y testigo de toda excepción, en una carta que escribió desde Niza a don Celestino Durando el año 1888. <((**It5.410**)) -íBienvenido, señor Felicísimo! Precisamente teníamos sobre el tapete una cuestión de palpitante actualidad, en espera de que viniera usted a resolverla. (**Es5.295**))
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