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((**Es5.241**) ->>Cree usted que los muchachos entienden algo de ciertas cuestiones? Además, mi hijo es obediente y quiere a su padre; y yo le he hecho comprender que no tiene que perder el tiempo con estos papeles. Puedo asegurarle que no los ha leído. ((**It5.331**)) -Sin embargo... -Sólo le he permitido mirar algún periódico ilustrado, por los hermosos grabados que presentan de esos hombres que tanto han dado que hablar en los últimos tiempos. -Pues bien; entonces está bien claro que la aversión de su Carlitos contra las cosas de iglesia se debe a esos grabados. Convénzase, la fantasía de un muchacho se inflama por lo que ama con predilección, y no se borran jamás las primeras impresiones. ->>Entonces, qué hacer? -Hay que sustituir la mala prensa por la buena e intentar darle con ésta un contraveneno. El Marqués aceptó el consejo. Pero, poquito a poco, fue apoderándose del pobre muchacho una profunda tristeza que le llevó a la tumba a los dieciséis años y sin cambiar de ideas. Por lo que hace a la modestia, vióse en muchas ocasiones la maravillosa conducta de don Bosco y su franqueza para avisar a los descuidados. Fue cierto día de visita a casa de un bienhechor. Mientras hacía antesala, vio colgado en la pared un cuadro indecoroso. Sin más, subióse a una silla y lo volvió al revés. El dueño entendió el tácito aviso, dio gracias al siervo de Dios y quitó de la sala aquella indecencia. Otra vez le esperaba en su casa la marquesa Dovando, bienhechora de sus muchachos, y había invitado a numerosas amistades. Acudieron muchas señoras lujosamente vestidas, deseosas de conversar con don Bosco. Dos de ellas se adelantaron a recibirle cuando entraba en el salón: iban algo escotadas y con los brazos medio desnudos. ((**It5.332**)) En cuanto las vio don Bosco, bajó los ojos y dijo: -Dispensen, me he equivocado de puerta; creía que iba a una casa y he entrado en otra. Y se dispuso a salir. -No, don Bosco; no se ha equivocado; es aquí donde le esperábamos. -No, repuso él; no puede ser. Yo estaba persuadido de que en la casa a la que se me ha invitado, podía entrar un sacerdote con entera libertad. Pero les compadezco, buenas señoras; hoy se emplea tanta seda y tanta te la para las faldas, que no queda para las mangas. (**Es5.241**))
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