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((**Es5.240**) Erase un muchacho de unos doce años, hijo de un ilustre general, y con muy buenas dotes de mente y corazón. El padre, hombre bueno, pero poco sagaz en punto a educación, dejaba en el salón los periódicos escritos según el criterio de los tiempos. Tenía el cuidado de que el chico no leyera ciertos artículos, pero permitía que se entretuviera libremente con periódicos ilustrados que llevaban los retratos de los héroes principales de la revolución y magníficas litografías de sus batallas, de sus triunfos y desventuras, con comentarios de juicios irreligiosos sobre tales empresas. La fantasía del joven estaba fatalmente mal impresionada y, aunque de familia verdaderamente católica, comenzó a despreciar la religión. Fue don Bosco un día a visitar al general. Salió éste a recibirle, besó su mano y le agasajó cariñosamente. Estaba el chico presente y extrañamente serio. -Ea, Carlitos, dijo su padre: ven a besar la mano a don Bosco. El chico no se movió. ->>No sabes quién es este sacerdote? íEs don Bosco de quien tantas veces has oído hablar!, replicó el general. -íMe da asco!, murmuró entre dientes Carlitos. ((**It5.330**)) ->>No has visto cómo yo también le he besado la mano? ->>Besar la mano a un cura?, exclamó con desprecio. Quedó el padre mortificado y don Bosco sorprendido. Se entabló conversación. Si se hablaba de historia, o de geografía, de la independencia italiana o de música, el muchacho, que tenía desparpajo y gracia y era cariñoso con sus padres, intervenía en ella oportunamente; pero en cuanto se aludía a cosas de religión, parecía falto de juicio. Cuando Carlos se retiró, su padre, apenado por haber descubierto en el hijo aquel hastío contra la religión, dijo a don Bosco: ->>Cómo se entiende que mi hijo haya cambiado tanto, cuando antes era tan religioso? >>Cómo es posible? íNo me lo explico! No son éstas las enseñanzas de su madre, ni los ejemplos que ha visto en su padre. Le aseguro don Bosco que le hemos cuidado siempre con cautela, no le hemos permitido amistades sospechosas, ni que frecuentase compañías peligrosas. >>Cómo, pues, puede habérsele metido en la cabeza esa aversión contra los sacerdotes? Don Bosco, sabedor de la candidez de aquel señor, había echado un vistazo en derredor y había visto sobre la mesa La Gaceta del Pueblo, La Piamontesa, El Siglo y otros periódicos de la misma calaña. ->>Busca usted la causa, señor Marqués? Hela ahí sobre esa mesa. (**Es5.240**))
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