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((**Es5.180**) ->>Una carta? Entrégala a cualquiera del séquito, la leeré cuando esté tranquilo; ahora tengo otros asuntos entre manos. -Es urgentísima y habla de algo que importa mucho a Su Majestad. ->>Quién me la envía? -Don Bosco. -íVaya! Este siempre tiene algo nuevo. Me escribe cosas que me hacen pensar. Dame esa carta. Abrióla el Rey y, después de echar una rápida ojeada, exclamó: -Ya lo dije yo, siempre igual. Llévatela, guárdala, y ya me la entregarás cuando vuelva. Y dicho esto, echó a andar; pero, a los pocos pasos, se volvió atrás y llamó al paje. -No, no, añadió; dame la carta esa. Se la guardó en el bolsillo y continuó el viaje. El Rey estaba descompuesto, tanto más cuanto que aún le afligía la muerte de su hijo, como oyó el clérigo Cagliero de labios del marqués Fassati, el cual había visto la carta de don Bosco abierta sobre el escritorio del Rey. Cuando el Soberano volvió ((**It5.241**)) a Turín, hizo leer a un Ministro la carta de don Bosco y le dijo: -Mirad lo que me escribe don Bosco. Decid ahora si puedo firmar la ley. Ignoramos la respuesta de aquel señor, pero el veintiocho de mayo volvió la ley a la Cámara de Diputados y fue aprobada por noventa y cinco votos contra veintitrés. Constaba de cinco disposiciones principales: la supresión de los conventos que no se dedicaban a la predicación, a la educación o a la asistencia de enfermos; la de los beneficios y capítulos colegiales en las ciudades que no pasaran de veinte mil habitantes; la erección de una casa eclesiástica; las pensiones que se asignarían a los religiosos; y finalmente, una tasa especial que se impondría a los entes morales y eclesiásticos que no quedaran suprimidos. Cuando la ley fue presentada al Rey para la firma, éste contestó: -Esperemos; dejadme pensar un poco sobre ella. Fue quizá en esta ocasión cuando el general La Mármora o alguno de su familia se presentó para hablar secretamente con don José Cafasso, a las dos de la madrugada, y estuvo con él hasta el alba. Al ver los Ministros que el Rey estaba preocupado y predispuesto contra ellos, ya fuera por secundar una petición suya, ya fuera por propia iniciativa, le propusieron que reuniera algunos teólogos de (**Es5.180**))
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