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((**Es5.135**) aquel escrito? El Marqués Fassati, en cuanto leyó el nombre de Angel Savio, cayó en seguida en la cuenta de quien era; pero, como hombre prudente, no soltó prenda, sino que fue a visitar a don Bosco. Quejósele del atrevimiento de Angel Savio, le hizo notar que era digno de censura tratar al Soberano con tanta insolencia y que, en consecuencia, aquel joven merecía una buena reprensión. Don Bosco escuchó las vivas recriminaciones del Marqués, su buen amigo; pero no aprobó la sugerencia de reprender al autor del escrito, y le respondió: <<-En determinados casos, no se puede ni se debe ocultar la verdad. Más aún, el joven Savio ha hecho muy bien. Su escrito no es una falta de respeto a la augusta persona del Rey, sino que más bien indica el amor que profesa a la familia real>>. El Marqués salió poco satisfecho de su visita; no preveía los acontecimientos que estaban a punto de suceder ni cómo aquella ley era el doloroso principio. Mientras tanto creyóse en la corte, por el momento, que el sugeridor o autor del escrito fuese el canónigo ((**It5.175**)) Anglesio, Superior de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, porque iba repitiendo a familiares, médicos y otras personalidades de la ciudad: -A la chita callando, vamos a ir viendo cómo se eclipsan ciertas estrellas y el éxito que obtendrán determinadas picardías. Pero pronto surgió la sospecha de la procedencia de aquel aviso, sospecha que rápidamente se convirtió en certeza. Mas, si don Bosco entendía, en primer lugar, defender los derechos del Señor, deseaba, al mismo tiempo, demostrar su afecto y reconocimiento a la Casa de Saboya, de la que sus muchachos habían recibido muchos beneficios. Sobre todo las reinas María Teresa y María Adelaida eran ángeles de caridad para los pobres. María Teresa, viuda de Carlos Alberto y madre del rey Víctor Manuel II, enviaba a menudo a don Bosco cuantiosas limosnas, bien por medio del teólogo Roberto Murialdo, bien por medio del caballero Sangiusto. Una vez mandó al Oratorio nada menos que mil liras en sufragio del alma de su augusto esposo. En otra ocasión, encontrándose don Bosco en un grave aprieto, le escribió pidiéndole una ayuda, y la santa señora le enviaba al día siguiente temprano otras mil liras. En diversas ocasiones fue el ángel providencial del Oratorio. Envió su último obsequio a fines de 1854. Reproducimos la carta que hace referencia al mismo. (**Es5.135**))
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