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((**Es5.134**) morable, que arroja nuevas luces sobre la misión que Dios había confiado a su fiel siervo. Lo expondremos tal y como los oímos de labios de don Angel Savio, que no sólo fue testigo con ((**It5.173**)) otros muchos, sino actor principal. No nos fiamos de la memoria, sino que consultamos las notas que, corregidas por él mismo, tomamos mientras lo narraba. Desde el momento en que comenzó a circular la nueva de la supresión de las órdenes religiosas, don Bosco había contado a los jóvenes, en una charla de la noche, las maldiciones que dejaron escritas los antiguos duques de Saboya en las actas de fundación de la Abadía de Altacomba contra aquellos de sus sucesores que osaran destruirla o usurpar sus bienes. El joven Angel Savio, al oír la retahíla de horrendas amenazas, tuvo una idea atrevida. Don Bosco se la había diestramente insinuado, sin aconsejárselo. Y aquello, bastó. El joven buscó y encontró copia del acta de fundación, copió todas las amenazas en un pliego, lo firmó con nombre, apellido y condición, metió el pliego en un sobre y lo envió al Rey. Víctor Manuel leyó el singular documento, comprendió el porqué del pliego a él dirigido y mandó llamar al marqués Domingo Fassati, con quien solía entretenerse en amigable conversación. Descendía este personaje de una de las familias más nobles del Piamonte. Fiel a su Rey, le había servido valientemente en paz y en guerra, se había distinguido en los campos de batalla lombardos en 1848 y 1849. Había sido condecorado por su valor militar con la medalla de Comandante Mayor de la guardia del cuerpo, que formaba como la antigua cohorte pretoriana. Estaba casado con María de Maistre, hija del ilustre Rodolfo de Maistre y digna descendiente de José María de Maistre, que fue diplomático prudente y habilísimo, insigne y profundo filósofo, brillante y sabio escritor, cuya fama perdura aún en el mundo; mujer de tan raras cualidades de mente y corazón, que la reina María Adelaida, esposa ((**It5.174**)) de Víctor Manuel II, la había escogido para dama de su corte y era su principal amiga e íntima confidente. Pues bien, este hombre, de tan relevantes méritos, y de tan altas y conspicuas relaciones, era admirador y bienhechor de la Obra de don Bosco, y con frecuencia acudía al Oratorio como quien va a casa de un familiar y se prestaba a enseñar a los muchachos internos y externos. El Rey, pues, una vez que tuvo ante sí al Marqués, le presentó confidencialmente la copia del acta de fundación de Altacomba v se lamento con él de lo que consideraba una descortesía, por la que se sentía ofendido. Pero, >>quién podía ser el autor de (**Es5.134**))
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