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((**Es5.136**) Secretaría particular de S.M. la Reina viuda María Teresa. Moncalieri, 19 de noviembre de 1854 Muy Reverendo Padre: En el número de las prestaciones asignadas por la munificencia de S.M. la reina María Teresa, mi augusta señora, en ((**It5.176**)) consideración a la actual solemnidad del Año Jubilar, y siendo su deseo que se atendiese a algunos entes morales y a establecimientos de pública beneficencia e instrucción de esta Capital, recomendados en particular por el propio instituto, me ha ordenado poner a su disposición la cantidad de cuatrocientas liras para distribuirlas, doscientas como ayuda para cubrir los gastos de mantenimiento del Oratorio y hospedaje de los muchachos abandonados de Valdocco, y otra cantidad igual para sufragar los gastos de las escuelas dominicales en los Oratorios de San Luis de Puerta Nueva y del Angel Custodio en Puerta del Po, de la forma que mejor le parezca a usted. Al poner en su conocimiento esta benéfica disposición de S. M., para que pueda retirar dicha suma de la Secretaría particular, mediante el oportuno recibo, aprovecho la ocasión para ofrecerme con la expresión de mi estima, De Vuestra Señoría Reverenda. El Proc. Gen. de S.M. SANGIUSTO DE SAN LORENZO Así pues, don Bosco ansiaba disipar las amenazadora nube que cada vez se ennegrecía más sobre la Casa Real. Hacia el fin de noviembre tuvo una noche un sueño. Le pareció hallarse en el pórtico central del Oratorio, del que entonces sólo se había construido la mitad, junto a la bomba de agua pegada al muro de la casita Pinardi. Se hallaba rodeado de sacerdotes y clérigos: de pronto vio adelantarse por el medio del patio un paje de la Corte, de uniforme rojo, quien, acercándose rápidamente a él, parecía gritarle: -íNoticia importante! ->>Cuál?, le preguntó don Bosco. -Anuncia: íGran funeral en la Corte! íGran funeral en la Corte! ((**It5.177**)) Ante la repentina aparición y aquel grito, don Bosco se quedó frío y el paje repitió: -íGran funeral en la Corte! Quiso entonces don Bosco pedirle explicación del fúnebre anuncio, pero el paje había desaparecido. Don Bosco despertó, estaba como fuera de sí, y, al comprender el misterio de la aparición, tomó la pluma e inmediatamente escribió una carta a Víctor Manuel, manifestándole cuanto se le había anunciado y contando sencillamente el sueño. Después del mediodía, con mucho retraso entraba él en el comedor: los muchachos recuerdan todavía que, como aquél era un año friísimo, don Bosco cubría sus manos con unos guantes viejos y descosidos, y llevaba un paquete de cartas. Se formó un corro a su (**Es5.136**))
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