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((**Es5.128**) Por eso procuraba que las señoras jóvenes no fueran a consultarle en el Oratorio, y fijaba otros sitios para el encuentro por ellas pedido. Tenemos prueba cierta de ello en varias de sus cartas, entre las cuales, la siguiente, fechada en Turín el 13 de julio de 1854. Señora condesita: Llegué a San Francisco cuando ya no tenía tiempo de avisarla. Tenga la bondad de decir a su mamá que mañana, de las tres a las cinco de la tarde, estaré en la Residencia Sacerdotal, y no tendrán más que hacerme llamar por el portero. Dios la bendiga para que, practicando la virtud, pueda ser el consuelo de sus óptimos padres. Afmo. JUAN BOSCO, Pbro. ((**It5.166**)) Era rigurosísimo cuando le pedían consejo acerca de la vocación eclesiástica; solía decir que no se aconsejase o permitiese acceder a las sagradas órdenes a quienes no estuvieran seguros en la práctica de la virtud angélica. Para animar a los clérigos a atender con cariño a los muchachos, les proponía el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo; pero por miedo a que alguno no supiera interpretarlo bien, no citaba en público y por entero o sin comentarios los pasajes del Evangelio en los que se dice que el divino Salvador abrazaba a los niños, porque, añadía él, lo que Dios hacía, no podían hacerlo ellos sin peligro. Recomendaba sin cesar la vigilancia continua y que apartaran de las manos y de la vista de los muchachos todo lo que pudiera provocar en ellos curiosidad malsana o enseñarles algo de malicia, y les decía: -No lo olvidéis: De moribus! (ímoralidad!), eso es todo; salvad la moralidad. Aguantad todo, la ligereza, el descaro, los descuidos, pero nunca la ofensa a Dios y sobre todo el pecado contra la pureza. Siempre en guardia sobre ello, y prestad mucha atención a los muchachos que se os han confiado. Y he aquí a don Bosco mismo en medio de sus niños, como maestro y modelo en obras y palabras para sus sacerdotes, sus clérigos y todos sus coadjutores; he aquí brillar su pureza de forma tan rigurosa, delicada y pública, que nunca dio ocasión a la más leve sospecha. Su cariño con los niños, y especialmente con los más pobres y abandonados, como los más necesitados de sus cuidados, por hallarse en mayor peligro de perderse, siempre fue ternísimo, grande y fuerte, pero espiritual y verdaderamente casto. Aunque procuraba (**Es5.128**))
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