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((**Es4.77**) Rogamos aceptéis, De gratitud en prenda Que tanto merecéis, Señores, nuestra ofrenda. Al despuntar el día Las hemos recogido Con plácida alegría En el jardín florido. Aceptadlas, señores, Que en este fausto día El don nos entregáis Que el Papa nos envía. De Pío el amor tierno Jamás olvidaremos; Y fe y amor eterno Por él siempre tendremos. ((**It4.88**)) Terminado el canto, se oía por todas partes: íVIVA PIO IX, VIVA EL VICARIO DE CRISTO! y no se hubieran terminado los aplausos, si el bersagliere no hubiese sonado la trompeta, llamando a los compañeros a la diversión de las maniobras militares. Para dar más variedad a la fiesta se simuló una batalla, o sea, la defensa y asalto de una fortaleza rodeada de pequeños montículos, que representaban los baluartes. Defensores y asaltantes desplegaron tanta energía, agilidad y obediencia a las órdenes de los comandantes, que los invitados quedaron muy satisfechos. Un general del ejército que asistía, exclamó: -Los muchachos de don Bosco serían capaces de defender la patria. La fiesta de los rosarios hizo mucho ruido en Turín. Por todas partes se hablaba de ella: se ensalzaba hasta las nubes la bondad de Pío IX y crecía la estima de los Oratorios festivos, tan favorecidos y bendecidos por el Papa. También se ocuparon de ella los periódicos: uno de los más acreditados publicó un artículo tan bien concebido que faltaríamos al deber de historiadores, si no lo presentáramos. Helo, pues, aquí: <(**Es4.77**))
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