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((**Es4.542**) veían de lejos a don Bosco, paraban toda diversión y a una voz exclamaban con manifiesta satisfacción: íDon Bosco! íDon Bosco! Y cuando él llegaba en medio de ellos le agarraban por las manos, le trataban con la más reverente amabilidad y le acompañaban hasta el puerta del Oratorio. El saber que era tan malvadamente perseguido aumentaba las simpatías de todos los buenos, los cuales se maravillaban de verle salir siempre incólume de tantas asechanzas. El, por su parte, vivía seguro y con plena confianza se dirigía al Señor diciéndole: <> (Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio) 1. En el capítulo siguiente veremos cómo escuchaba Dios su oración. 1 Salmo XXXI, 5. (**Es4.542**))
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