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((**Es4.298**) para muchos de ellos era un gran fastidio permanecer en ayunas hasta ir a comer a casa. Don Bosco estaba satisfecho al ver sus buenos resultados, y no se cansaba de repetirles: -Por favor, os recomiendo que no dejéis nunca solos a los muchachos, sino que los asistáis siempre, constantemente y en todas partes. Y para animarles, les explicaba el lema de San Agustín: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti (Salvaste un alma: predestinaste la tuya). La catequesis cuaresmal tocaba a su fin, bendecida evidentemente por el Señor, y se empezaba el triduo de preparación para la Pascua, que quedó impreso en los jóvenes con la siguiente anécdota, así descrita por el profesor Raineri. <((**It4.385**)) Bosco daba la instrucción sobre el tema: Huir de las ocasiones de pecado, huir de los peligros. Al llegar a cierto punto dijo: >>-El que no quiere quemarse, se mantiene lejos del fuego. >>Y he aquí que, precisamente en aquel instante, se le encendieron unas cajitas de cerillas a cierto chiquillo hortelano, que las guardaba en el bolsillo para llevarlas a su casa. Inmediatamente, el humo y el intenso chisporroteo llamaron la atención de todos. Nunca se entendió tan rápidamente un precepto, ni se consiguió confirmarlo tan deprisa con un ejemplo. Estallaron las risas y dieron la razón al maestro, que también rió; pero su risa se veía, no se oía nunca>>. También se obtenían óptimos frutos en los otros Oratorios. En ellos don Bosco era siempre ayudado por celosos sacerdotes y por el teólogo Borel, el cual pasaba a menudo de un Oratorio a otro catequizando y predicando con admirable ardor y eficacia. El, sin embargo, iba a ellos de vez en cuando, y ícon qué alegría, con qué vítores era recibido por los muchachos! En estas ocasiones solía predicar él mismo, y después de las funciones, procuraba tener junto a sí a los muchachos, a cada uno de los cuales daba un consejo particular, tan a propósito y conveniente a su índole, como si siempre hubiera sido su amigo íntimo. Y Dios le bendecía, y muchos muchachos que en principio daban pocas esperanzas de un buen resultado, salían mejorados de los Oratorios, y se convertían en hombres fieles y honorables en los empleos que ocupaban. Terminadas las fiestas pascuales, los nuevos catequistas, que pertenecían a la Compañía de San Luis, siguieron con mayor ardor y extendieron su misión a los alumnos internos. Don Bosco quería que todos aprendiesen los oficios sagrados y el canto gregoriano, y en (**Es4.298**))
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