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((**Es4.299**) 1852, lo mismo que había hecho durante el año anterior, el sábado por la tarde no se daba clase, para que aprendiesen las antífonas y los salmos de las vísperas del domingo. Todas las tardes, sin embargo, se enseñaba el catecismo ((**It4.386**)) a los más atrasados en religión, ya que don Bosco quería se les admitiera para recibir la comunión apenas fueran capaces de ello. -Conviene, decía, que el Señor tome posesión de sus corazones antes que entre en ellos el pecado. Esto lo hacía él por sí mismo o a través de sus catequistas, los cuales, suplían también a cualquier maestro que faltase a las escuelas nocturnas. Se preparaban, además, para las funciones de iglesia. El año 1851, don Miguel Angel Chiatellino escribió una partitura musical, para una misa y unas Letanías, que luego regaló a don Bosco. Los muchachos las aprendieron y ejecutaron con mucho gusto, y después siguieron interpretándolas los nuevos coros que se formaron año tras año. A más de esto, aprendieron a asistirse mutuamente, motivo por el cual no había desórdenes de importancia. A veces, podían sorprender a algunos, ciertas libertades. Como entonces no había edificaciones en torno al Oratorio, los muchachos, correteando, llegaban hasta los prados de la ciudadela, casi a medio kilómetro; pero siempre corría con ellos y conducía la carrera uno de los más celosos, él les conducía de nuevo atrás, para reunirlos afectuosamente en torno a don Bosco. Habíase calmado toda la borrasca en el Oratorio, cuando en el periódico moderado, pero católico, La Patria, apareció un magnífico artículo alabando la Historia Sagrada de don Bosco. El sacerdote Cocchis, ocupado entre tanto en otras fundaciones, particularmente en la de los Pequeños Artesanos, había confiado la dirección del Oratorio de San Martín a don Pedro Ponte. Este, de vuelta ya del viaje con la marquesa Barolo, se dedicó con entusiasmo a la instrucción de los hijos del pueblo hasta 1866. Aquel año se retiró y entregó su Oratorio a la sociedad de San Vicente de Paúl, la cual confió al Rector de los Pequeños Artesanos la dirección espiritual. Hoy, trasladado a la otra parte del Dora, con local propio, recoge en las fiestas a más de cuatrocientos muchachos. (**Es4.299**))
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