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((**Es4.168**) a diario, como una gran ayuda para su delicada salud. Pero él, fiel a los propósitos de su ordenación sacerdotal, sólo salía de casa para visitar a un enfermo, ir a un hospital o buscar socorros para sus hijos. Salía también en busca de un escondite donde poner al día la correspondencia o revisar las obras que iba publicando; trabajo que difícilmente hubiera podido realizar en el Oratorio, donde estaba asediado por las visitas. Al salir, se hacía acompañar por alguno de sus muchachos o de sus coadjutores y hablaba de cosas útiles o instructivas. En los viajes, no descansaba su mente: corregía ((**It4.211**)) pruebas de imprenta, leía y apostillaba cartas para su respuesta, rezaba o meditaba. <((**It4.212**)) que sus pupilas no resistían aquellos rayos de luz tan viva. Recordamos una noche en la que todo el interior del Oratorio estaba artísticamente iluminado: estuvo él más de una hora junto a la ventana para que los muchachos le vieran, (**Es4.168**))
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