Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es3.61**) a acudir a la iglesia y ellos se dejaban convencer fácilmente por sus invitaciones. Acudían en tropel a escucharle y hasta los mismos niños, que fácilmente se cansan de serios razonamientos, oían con avidez su palabra. Cuando le invitaban, se prestaba la mar de contento para enseñarles catecismo y de tal modo se los ganaba que, siempre que podían, se arremolinaban junto a él y no acertaban a separarse. A más de uno se le vio llorara al irse don Bosco del pueblo. Ni era menos tierna y profunda la gratitud de los mayores, al llegar el momento de despedirse de aquel sacerdote que, con tanto afecto, había devuelto la paz a sus almas, la gracia de Dios, la certera esperanza del paraíso, la alegría en las familias y la caridad de los vecinos para con los pobres. ((**It3.66**)) En estas peregrinaciones por todo el Piamonte difundió la práctica de recitar los tres gloria Patri después del ángelus. Hemos dicho que don Bosco no simpatizaba con la discusión desde el púlpito; sin embargo, sabía defender, como él sólo, la causa de la Religión cuando le obligaban las circunstancias del lugar o le invitaba a ello un superior eclesiástico. En Quassolo, cerca de Ivrea, se habían instalado algunas personas a la que los del lugar motejaban de protestantes por su conducta poco cristiana. Se desentendían de las leyes eclesiásticas y eran la preocupación del párroco,don Santiago Giacoletti, por el escándalo que podían recibir sus feligreses y porque con sus conversaciones esparcían graves errores contra las verdades de la Religión. Aquellos sectarios habían conquistado algunos adeptos por varios pueblos. Monseñor Luis Moreno escribió a don Bosco para que fuera a Quassolo a dar una misión. Don Bosco aceptó: la fama de su nombre le precedió y, cuando se presentó, se retiraron sus opositores. Don Bosco, empezó a explicar el catecismo en las pláticas de la noche, entreteniéndose en aquellos puntos sobre los que el error había esparcido el veneno de la duda o de la negación. Con toda humildad y prudencia no se desató en invectivas ni hizo alusiones odiosas; solamente buscó que la gente sencilla quedara convencida de la verdad, de modo que nadie pudiera engañarlos. Los adversarios, sorprendidos de su dulzura, volvieron al pueblo, y ya no se atrevieron a decir ni a hacer nada contra el que los combatía triunfalmente, aplaudido por todos los del pueblo. Tenía su hablar, tal unción y persuasión, que transfundía su propia fe al auditorio. Realmente era infatigable. Baste un ejemplo.(**Es3.61**))
<Anterior: 3. 60><Siguiente: 3. 62>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com