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((**Es3.36**) próxima a la de su hijo. Estaba persuadida, por varios indicios, de que don Bosco se pasaba una parte de la noche rezando, y sospechaba que en aquel tiempo, ocurrían, de vez en cuando, cosas sorprendentes que ella no sabía explicar. En efecto, le contaba una vez al joven Santiago Bellia que, en cierta ocasión, algunas horas antes del alba, había oído a su hijo hablar en su aposento. Tan pronto aprecía que preguntase como que respondiese. Ella prestó atención, pero no pudo entender nada. Por la mañana aunque persuadida de que, sin ella advertirlo, era imposible que nadie pudiera entrar en el dormitorio de don Bosco, le preguntó con quién había estado hablando. Y don Bosco le contestó: -Con Luis Comollo... -Pero, si Comollo hace años que murió... -Y, sin embargo, es así. Don Bosco no dio más explicaciones, pero se veía que una gran idea dominaba su mente. Tenía el rostro encendido como una brasa y brillaban sus ojos. Una emoción especial le agitó durante varios días. Hacía algún tiempo que don Bosco necesitaba un cáliz, mas no sabía cómo adquirirlo, pues no tenía dinero para comprarlo. Cuando he aquí que una noche soñó que en su baúl había depositada una cantidad suficiente para ello. Salió a Turín, por la mañana, para varios asuntos y, mientras caminaba, le vino a la memoria el sueño; pensó en la alegría que iba a tener si el sueño fuera realidad, y fue tal la impresión que experimentó que se determinó a volver a casa para registrar el baúl. Así lo hizo y encontró en él ocho escudos, precisamente el importe del cáliz. Nadie había podido ponerlos allí, pues el baúl estaba siempre cerrado. Margarita, su madre, no tenía dineros como para darle semejantes sorpresas y también ella quedó extrañada cuando supo lo ocurrido. ((**It3.32**)) Pero el hecho más sorprendente lo marró don Bosco, diecisiete años después de sucedido. Una noche de 1864, después de las oraciones, reunió en su antecámara para la conferencia que solía dar de vez en cuando, a los que ya pertenecían a su Congregación. Estaban entre ellos don Víctor Alasonatti, don Miguel Rúa, don Juan Cagliero, don Celestino Durando, don José Lazzero y don Julio Barberis. Después de hablarles del despego del mundo y de la propia familia, para seguir el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, continuó de esta manera: >>Os he contado ya diversas cosas, en forma de sueños, de las(**Es3.36**))
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