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((**Es3.343**) ora a la izquierda, para sorprenderse mutuamente, daban la impresión de encontrarse frenta a una verdadera batalla. No faltaba más que el tronar de los cañones, el restallar de los fusiles y el caer de los muertos y heridos. El público contemplaba asombrado el espectáculo, aplaudía a rabiar y, ((**It3.440**)) gritaba íbravo, bien! Los aplausos encendieron de tal modo el espíritu guerrero de los combatientes, que, en un momento dado, el bando vencedor, acosando a los vencidos, olvidó la consigna y avanzó tan adelante, que la lucha llegó hasta el huerto de mamá Margarita. Derriban y arrancan la valla; unos caen, otros se levantan: en un momento quedó todo pisoteado y destruido. El Bersagliere gritaba, sonaba la trompeta; pero las carcajadas y los aplausos de la gente no dejaban oír nada. Cuando los dos bandos volvieron a ponerse en orden, no quedaba del huerto más que el recuerdo. Ante aquel cuadro, creyendo la buena Margarita que el asalto había sido hecho aposta, para hacer más bonito el espectáculo, se dirigió a su hijo y con palabras de justo resentimiento, dijo: -Varda, varda, Gioanin, lo ca l'a fait 'l BersagliŠ: a la guastame tut l'ort, que quiere decir: -Mira, mira, Juan, lo que ha hecho el Bersagliere: me ha destruido todo el huerto. Y don Bosco, con la sonrisa en los labios, la consoló diciendo: Mare, cosa veuli feie? A son giouv“: Madre, >>qué le vamos a hacer? Son muchachos. Y luego, dirigiéndose al general, que se retiraba confuso y mortificado por el contratiempo y todavía más por el disgusto proporcionado a mamá Margarita, le dio ánimos con graciosas palabras, y sacando un cartucho de caramelos, se lo entregó para que lo repartiese entre sus soldados vencedores y vencidos. El huerto se rehizo, por entonces; pero, no mucho tiempo después, desapareció para dejar más espacio libre al recreo de los muchachos. José Brosio, alma del Oratorio, siguió frecuentándolo hasta 1860. Su trompeta fue uno de los premios de la lotería que se hizo en Puerta Nueva en 1856, a favor de los Oratorios, y en el catálogo de los regalos aparecía con esta inscripción: Trompeta, obsequio de un bersagliere. A estas atracciones añadió don Bosco la de dar de comer a cierto número de muchachos de la ciudad. ((**It3.441**)) Acudían éstos a la hora fijada para el almuerzo de los internos, y comían con ellos lo que había hecho preparar el buen sacerdote, que disfrutaba por haber encontrado una ocasión más para animarlos a ser buenos. Después, (**Es3.343**))
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