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((**Es3.317**) La procesión fue algo digno de particular mención. Era conmovedor ver a dos muchachos de familia nobilísima sosteniendo los cordones del estardarte, que llevaban un pobre artesano. Se recorría la calle Cottolengo que es larga; y, sin embargo, cuando la cabeza de las dos filas de jóvenes llegaba a la mitad, apenas si los últimos, con las andas del Santo, salían de la tapia ((**It3.407**)) del Oratorio. A pesar del gentío, todo se desarrolló con orden y tranquilidad. Los guardias urbanos asistían, más para dar realce que por necesidad, y la banda de música alternaba sus marchas procesionales con los cánticos de los muchachos. Hubo algo muy edificante que llamó la atención. Junto a la estatua se veían dos respetables personajes, que más tarde dieron mucho que hablar de sí mismos, por toda Italia y uno de ellos por toda Europa. Llevaban en una mano el ciro encendido y en la otra El Joven Cristiano, y cantaban juntamente con los sagrados ministros el himno Infensus hostis gloriae en honor de San Luis. >>Quiénes eran tales personajes? Nada menos que el marqués Gustavo Cavour y el conde Camilo Cavour. El Marqués había querido inscribirse en la Compañía de San Luis y se había arrodillado en medio de los jóvenes a los pies del altar para leer en alta voz la fórmula de inscripción. Los dos hermanos se habían convertido en admiradores de don Bosco, al ver su habilidad y constancia para superar todas las oposiciones que le habían hecho y cómo había llevado adelante su obra, recogiendo por todos los barrios de Turín muchachos vagabundos y en peligro. Iban con frecuencia a visitarle para animarle en su ardua empresa. Y no se hacía en el Oratorio una fiesta de relieve sin que ellos participaran. Uno y otro gozaban contemplando la multitud de jóvenes allí reunidos, sin riñas en sus juegos, instruidos, asistidos, bien tratados, apartados de este modo del camino de la perdición y alejados de las puertas de la prisión. Ante aquel espectáculo se oyó muchas veces exclamar al conde Camilo: -íQué obra más hermosa y útil es ésta! íSería menester que hubiese una igual en cada ciudad! Muchos jóvenes no irían a la cárcel y el Gobierno no gastaría tanto dinero para mantener ((**It3.408**)) a tantos haraganes en las prisiones y contaría en su lugar con muchos súbditos de buenas costumbres, que con un arte u oficio se ganarían honradamente la vida y se ayudarían a sí mismos y a la sociedad. Puede que algunos se extrañen de que los dos Cavour frecuentaran nuestro Oratorio y manifestaran tales sentimientos. Hay que (**Es3.317**))
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