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((**Es3.280**) efecto, nadie puede conocernos mejor que quien convive familiarmente con nosotros y, sin que lo advirtamos, obseva nuestras acciones y palabras. No debemos pasar adelante en nuestra narración sin señalar los varios oficios que don Bosco ejercía en aquellos tiempos. Ante todo, mientras los aprendices trabajaban en la ciudad, él seguía en casa dando clase a ciertas horas del día a algunos muchachos de Turín que mostraban excelentes condiciones para los estudios y le ayudaban en el Oratorio festivo y las clases nocturnas. Con un método muy suyo y extraordinaria paciencia, los preparó en poco tiempo para emprender honrosas carreras o para administrar muy bien negocios de su familia. En otro tiempo, daba también clase de teología a algunas seminaristas, como nos contaba don Félix Reviglio, cumpliendo lo prometido al Arzobispo. En las tardes de invierno y de otoño, volvían a casa algunos de los muchachos a la puesta del sol y otros no aparecían hasta dos o tres horas después, según las exigencias de los respectivos oficios. Don Bosco procuraba ocupar a los que llegaban primero en algo útil, para evitar que estuvieran ociosos. José Buzzetti solía pintarnos una escena digna de un cuadro flamenco. Todos reunidos en la cocina... Del techo cuelga una luz. En un rincón se sienta mamá Margarita, que remienda una chaqueta. A caballo de un taburete y, apoyado sobre la mesa, garabatea un muchacho su cuaderno. Junto a él ((**It3.359**)) hay uno que estudia la lección con un libro en las manos y otro recita en alta voz las respuestas del catecismo. Aparte, casi en la oscuridad, apoyado contra la pared, un mozuelo rasca las tripas de su viejo violín. Junto a la puerta, en la sala vecina, se oye a uno que golpea las teclas de la espineta y más allá unos chiquillos ejecutan, con el papel en la mano, una pieza musical, vueltos hacia don Bosco, el cual, desde el fondo de la escena, aparta el puchero del fuego y lleva el compás con el cucharón humeante de remover la polenta... Pero esto no basta: aún tenía más ocupaciones en casa. Como no podía tomar personal de servicio, hacía con su madre todas las labores domésticas. Mientras Margarita atendía a la cocina, vigilaba el lavado, repasaba y planchaba la ropa y remendaba los vestidos rotos, él ciudaba todos los más pequeños detalles. En aquellos primeros años en que don Bosco hacía vida común con los muchachos, cuando no se movía de casa estaba dispuesto a todo. Por la mañana insistía para que los muchachos se lavaran las manos y la cara, peinaba a los más pequeños, les cortaba el pelo, les (**Es3.280**))
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