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((**Es3.244**) a la Iglesia, hablaba de los racionalistas y sedicentes filósofos modernos, los cuales declarándose seguidores de Voltaire y de Rousseau, rechazan toda suerte de religión, toda ley, todo derecho y, so pretexto de seguir la pura luz de la razón, hacen cuanto les sugiere el capricho. Y escribe: <((**It3.310**)) negar toda suerte de verdades, calumniar cualquier virtud, enseñar todos los errores, animar a cualquier delito, buscar la manera de arrancar del corazón del hombre la dulce esperanza de la vida futura y por fin reducir al hombre a la categoría de las bestias, de acuerdo con la forma de la moderna filosofía. Los masones maquinaban en secreto, los filósofos les ayudaron con la publicación de sus escritos y llevando a la práctica su doctrina, y para conseguir su intento, empezaron por acometer a las órdenes religiosas desacreditándolas con las más vulgares calumnias. En medio de este confusionismo Clemente XIV, tras muchas vacilaciones, y a instancia de las cortes de Francia, Nápoles, Portugal y otros estados, suprimió la Compañía de Jesús el año 1774. Pío VII, más tarde, considerados los servicios que la Compañía podía prestar a la Iglesia, la repuso entre las Ordenes Religiosas. En nuestros días casi se deshizo esta Orden, y sus miembros fueron perseguidos y expulsados de Suiza y de toda Italia. Y para no faltar a la verdad histórica, conviene añadir que estos religiosos fueron expulsados de muchos lugares de una forma indigna, insultados en su indigencia, vilipendiados contra toda ley y hasta contra toda natural equidad. Así escribe Vicente Gioberti>>.1 Don Bosco demostraba un gran valor al defender una orden religiosa, perseguida aquel mismo año, pero empleaba, al mismo tiempo, una admirable prudencia al citar las palabras del más acérrimo enemigo de los jesuitas. Y unas páginas más adelante, escribiendo sobre Pío IX, no dudaba en añadir: <>. No era ninguna adulación puesto que uno puede ser llamado grande por diversos motivos. Don Bosco seguía el ejemplo del Sumo Pontífice que el día 30 de septiembre de 1847 había ((**It3.311**)) escrito a Turín a su enviado extraordinario ante el Rey, monseñor Corboli Bussi, recomendándole cautela y parsimonia al hablar de Gioberti, ídolo momentáneo de la revolución, puesto en las mismas nubes por todos los facciosos e innovadores.2 1 Concordia, 18 de marzo 1848. 2 Civilt… Cattolica. Año 30, vol.X, pág. 394. 1879. (**Es3.244**))
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