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((**Es3.236**) Roberto d'Azeglio, con un piquete de guardias nacionales, se situó en los soportales del palacio y alejó a los manifestantes. Entre tanto, como corría entre los seminaristas peligro de nuevos desmanes, la inminente guerra contra Austria y la interrupción de las clases en la universidad aconsejaron a monseñor Fransoni el cierre del Seminario. En consecuencia se negaron las Sagradas Ordenes a todos los seminaristas que habían tomado parte en las manifestaciones políticas. Muchos de ellos, al recibir la noticia de las decisiones de Arzobispo, bajaron al patio y cantaron el himno popular genovés: I figli d'Italia si ((**It3.299**)) chiaman Balilla Los hijos de Italia se llaman Balil-la 1. A tal extremo llegó el delirio por la guerra, que muchos de ellos colgaron la sotana y se enrolaron en el ejército. Algunos se conservaron buenos cristianos, llegaron a ser excelentes profesores y, con el andar del tiempo, se aficionaron a don Bosco y prestaron señalados servicios en la sección de enseñanza media del Oratorio. Unos pocos pasaron a otras diócesis, donde fueron admitidos al sacerdocio. No era posible que las tristes escenas descritas no causaran su impacto en los muchachos del Oratorio festivo de San Francisco de Sales, porque yendo por la ciudad y asistiendo a sus talleres, y aún dentro del ambiente de sus familias oían enjuiciar los acontecimientos de distinto modo y no siempre de forma desfavorable. Pronto se dio cuenta de ello don Bosco y así, y en público, ya en privado, los prevenía de modo conveniente. Sabedor del enorme daño que hacían periódicos pervesos, les inculcó que no debían leerlos nunca. Y, aún cuando El Jesuita moderno no había sido todavía condenado por la Iglesia, sin embargo él prohibió su lectura a los catequistas, maestros y jóvenes estudiantes, y para que siempre lo tuvieran entre ojos les hizo ver cómo su autor, en su afán de maledicencia, había incluso tenido la desfachatez de denigrar a la Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís, donde sus primeros compañeros habían recibido tantas pruebas de benevolencia. La recomendación de don Bosco, corroborada con textuales palabras vomitadas por Gioberti contra la cuna del Oratorio, pudo para los jóvenes más que ninguna ley, y ninguno de ellos, ni antes ni después de que fuese puesto en el índice de los libros prohibidos, se atrevió a leer aquella obra malvada, y todos consideraron a su autor 1 Balil-la: es el apodo del heroico muchacho Juan B. Perasso, que tirando una pedrada contra los soldados austríacos, 1746, inició la revolución popular que echó de Génova al invasor. (N. del T.) (**Es3.236**))
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