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((**Es3.172**) don Bosco a los muchachos, y lo tenía agarrado de la mano; cuando se quedaron solos le dijo: ->>Quisieras quedarte conmigo? -Encantado; pero, >>qué tendré que hacer? -Lo que hacen los demás que tengo en casa..., y otras cosas que te iré diciendo...; estarás contento. Hablaremos con tu hermano Carlos y haremos lo que más convenga, si Dios quiere. Y el hermano, que hacía siete años asistía asiduamente al Oratorio, accedió a la propuesta de don Bosco. José empezó a alojarse en el Oratorio, pero siguió trabajando en su oficio de albañil en la ciudad. Estos primeros jóvenes fueron pocos; el celo iluminado de don Bosco ponía siempre en práctica el adagio Festina lente (despacio, que voy deprisa). Era enemigo de las precipitaciones y solía repetir que éstas conducen a pasos falsos: pero, cuando empezaba una obra, la continuaba con firmeza y sin descanso. Había destinado para dormitorios dos estancias contiguas, en cada una ((**It3.212**)) de las cuales apenas cabían cuatro camas; colocó en ellas un crucifijo, un cuadrito de María Santísima y un cartel que decía: íDios te ve! No impuso reglamento alguno. Las normas diarias de El Joven Cristiano y los avisos que daba cada noche bastaban por el momento. Su primera exhortación fue ésta: -Un válido apoyo para vosotros, hijos míos, es la devoción a María Santísima. Ella os asegura que, si sois devotos suyos, además de colmaros de bendiciones en este mundo, con su patrocinio, tendréis el Paraíso en la otra vida. Estad, por tanto, totalmente seguros de que todas las gracias que pidáis a esta buena Madre os serán concedidas, con tal de que no pidáis nada que os pueda hacer daño. Tres gracias, particularmente, debéis pedirle con vivas instancias: no cometer ningún pecado mortal en vuestra vida; conservar la santa y preciosa virtud de la pureza; estar lejos y huir de los malos compañeros. Para alcanzar estas tres gracias rezaremos todos los días tres avemarías y un gloria Patri, repitiendo por tres veces la jaculatoria: Madre querida, Virgen María, haced que yo salve el alma mía. En tanto, en el Oratorio todas las mañanas, temprano, se recitaban en común las oraciones y la tercera parte del rosario, mientras don Bosco celebraba la santa misa. Desde entonces, ni un solo día se dejó en Valdocco de alabar a Dios con el rosario y el santo sacrificio de la misa, pese al ambiente contrario que se iba formando en aquel entonces contra estas diarias prácticas de piedad. Cuando don Bosco se tenía que ausentar de Turín lo sustituía en el altar algún invitado, (**Es3.172**))
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