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((**Es3.158**) San Judas? Si yo voy a su parroquia >>permitirá usted que me acompañen los muchachos de las demás parroquias, que no querrán separse de mí? íSería suscitar la misma cuestión con los demás párrocos! Y si vienen conmigo los setecientos y pico muchachos, >>dónde los meteremos? >>Y, si usted excluye a los que no son de su parroquia, puedo yo dejarlos abandonados? Considere, además, mi querido Señor Cura, un punto digno de reflexión, aunque no fuere más que en teoría: >>yo me convertiría en su coadjutor? -Lleva usted razón, concluyó el párroco de Nuestra Señora de los Angeles, la cuestión no es tan simple como a primera vista parece. Basta..., volveremos a hablar... Veremos qué decide el Cabildo de Párrocos. Se presentó por último el teólogo Ponzani, párroco de San Agustín, el cual sostenía, más duramente que los otros, sus derechos de catequesis y de cumplimiento pascual. Dialogó ampliamente con don Bosco, que adujo toda suerte de razones, repitiendo siempre que él estaba dispuesto a ceder, con tal de que así lo quisieran los Superiores Eclesiásticos. La calma de don Bosco y la solidez de sus razones impacientaron a su contrario ((**It3.194**)) quien, al despedirse, concluyó: -Aunque el Cabildo de Párrocos decida lo que sea, yo me reservo el derecho de hacer el examen de promocionar a la primera comunión. Don Bosco le hizo notar que se trataba de un centenar de muchachos cada año, pero el buen párroco repitió su perentoria decisión. Llegó en tanto la semana de Pasión; don Bosco ordenó a cada catequista que examinara a sus alumnos y declarase idóneos para recibir la sagrada comunión a los que considerara preparados y le entregase a él la calificación, para tomar nota en un registro aparte. El mismo don Bosco y otro sacerdote presidían el examen. Pero a los muchachos de la parroquia de San Agustín los envió a su párroco. Cuando el Cura vio a aquella turba, les dijo un tanto bruscamente: ->>Qué queréis? -Que nos examine de catecismo para hacer la primera comunión. -Volved otro rato; ahora no tengo tiempo. Y los muchachos volvieron al Oratorio diciendo: -No ha querido examinarnos. -Pero -observó don Bosco- >>le habéis dicho que os mandaba yo? (**Es3.158**))
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