Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es2.57**) cárceles, donde se juntan todas las desventuras que la irreligión y las malas costumbres desencadenan sobre la triste humanidad. Pues bien, la divina Providencia había también dispuesto que don Bosco pudiese ir desde la Residencia a semejantes lugares para redoblar el ardor de su celo por la salvación de los muchachos. El teólogo Guala, hombre de espléndida generosidad, solía enviar semanalmente a los presos, sobre todo a los del Correccional, tabaco, pan y dinero; y se valía para ello de los sacerdotes residentes que iban allí a enseñar el catecismo. Por su parte, don Cafasso, inscrito hacía muchos años en la Cofradía de la Misericordia, que contaba con trescientos cofrades, era gracias a su celo, uno de los ocho elegidos para visitar las cárceles y atender a los presos en sus necesidades espirituales y materiales. Bien puede decirse que en las cárceles se encontraba en su elemento y que los presos eran sus hijos. La visita a aquellos infelices era una necesidad de su corazón. Deseoso de que su discípulo y paisano don Bosco se uniera a él en el campo de sus fatigas, le llevó a las cárceles. Del modo como don Bosco describe el celo portentoso, desplegado por el venerado maestro en las cárceles, podemos deducir cuáles fueron sus primeras impresiones al acompañarle y cómo tenía sus mismos sentimientos y propósitos. Escribe don Bosco: <((**It2.62**)) una celda se ríe y se bromea, en otra se canta, se oyen gritos que más parecen de animales feroces que de humanas criaturas. Don Cafasso no da la menor muestra de repugnancia o de fastidio; no da señales de timidez en medio del numeroso grupo de encarcelados, cada uno de los cuales hubiera infundido terror a muchos transeúntes y a la misma fuerza armada. Don Cafasso se encuentra allí tranquilo. Y oye maldiciones, contempla riñas, escucha conversaciones obscenas, siente vomitar horribles blasfemias contra Dios, contra la Virgen Santísima y los santos. Ante semejante espectáculo su intrépido corazón sacerdotal experimenta una pena indecible, pero no se desalienta. Alza los ojos al cielo, hace a Dios el sacrificio de sí mismo y se pone bajo la protección de María Santísima, seguro refugio de pecadores. La primera vez que habla a aquel nuevo género de oyentes se da cuenta de que han llegado a tan increíble estado, casi hasta embrutecerse, más por falta de instrucción religiosa que por malicia. Les habla de religión y le escuchan; les promete volver y le(**Es2.57**))
<Anterior: 2. 56><Siguiente: 2. 58>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com